Hace ya unos pocos años, introdujimos en la carrera de Técnico de Empresas y Actividades Turísticas, en nuestra Escuela de Turismo, situada en la Villa de La Orotava, que tutelaba la UNE, la materia de la Cultura de Paz, sobre cuya necesidad tuvimos una excelente acogida por el entonces rector de dicha institución, al cual hicimos una amplísima exposición del contenido de la misma, basados en nuestras experiencias aportadas por el trato fundamental que, desde el año 1996, habíamos sostenido con la Universidad para La Paz (UPAZ), organismo creado en 1980 por las Naciones Unidas (ONU) con sede en Ciudad Colón, Costa Rica.

No fue en vano la experiencia. El profesor Diego Mendoza Muñoz, amparado en su título otorgado por la misma Universidad para la Paz y nuestro instituto de estudios turísticos internacionales, desarrolló un interesante trabajo que no tuvo continuidad por la desaforada persecución a la que estuvimos expuestos por quienes veían peligrar sus obsoletos programas impuestos desde la autoridad pública, por llamarla de alguna manera.

La Cultura de Paz se imparte hoy en varias universidades mundiales, incluida en la parte humanística de ellas, sobre las bases que, con sumo cuidado y excelente programación, ha venido aportando la célebre UPAZ, en nuestro principal periplo regida por el doctor Francisco Barahona, con el eficiente apoyo de los profesores Gerardo Budowski, Felipe Matos -tristemente fallecidos- y la inolvidable Marie Laure Lumineur, la cual preparó un sobresaliente programa sintetizado sobre el tema Cultura de Paz, que fue impartido en Tenerife y Las Palmas, con un señalado éxito. Más tarde, en el año 2011, este programa fue la base sobre la cual una profesora nuestra llevó al XXI Congreso de la Confederación Panamericana de Escuelas de Hotelería, Gastronomía y Turismo, como componente de nuestro instituto, un programa sobre la Cultura de Paz y el Turismo, que tuvo un señalado éxito ante cientos de asistentes a tal acto. Fue como la culminación de un largo y laborioso programa que tocaba a su fin, debido a torcidas manipulaciones con fines inconfesables.

"No hay cosa mejor que alegrarse de hacer bien en la vida. Esa es la recompensa." (Eclesiastés 3).

No nos cabe la menor duda de que estamos escribiendo para aquellas personas cuyo talante es la comprensión, la justicia y la razón, todo esto basado en la honestidad y la honradez en todos sus actos, algo que desgraciadamente estamos viendo perderse cada día más, agobiados por la iniquidad, la maldad y la injusticia, todo bajo el signo de la vanidad y el mercantilismo más feroz.

Estamos ante un mundo que nos deja perplejos cuando vemos las cifras de algunos países en sus trabajadores parados y sus inmensos paraísos de organismos oficiales y paraoficiales, que no sirven para otra cosa que para conseguir votos seguros a la hora de ganar unas elecciones manipuladas por su criterio absolutista, con el fin de poder seguir los mismos en el poder para que nada cambie.

Formamos parte de una sociedad enferma que a los que quieren cambiarla se les persigue con la fuerza del poder constituido democráticamente, y se les maltrata, humilla, desprestigia y descalifica, con el fin de seguir disfrutando y aprovechándose siempre del mismo escenario.

Esta es la razón por lo cual la Cultura de Paz no pueda arraigarse en países absolutistas que practican la envidia y la fuerza del poder constituido, como un recurso para imponer sus criterios mercantilistas y políticos, como hemos venido denunciando públicamente desde hace ya muchos años a través de los medios de comunicación y foros en los cuales colaboramos.

No debemos ignorar que existen factores y variables en nuestros entornos que no son controlables por nosotros, o lo son solo parcialmente, lo que puede obstaculizar, en parte, la labor de promoción de relaciones pacíficas. Sin embargo, a pesar de ello y lejos de proponer una meta irrealista, la Educación para la Paz apuesta al potencial de las personas, a su capacidad para crear condiciones de vivencia sanas y tener de ese modo un efecto multiplicador al sumarse cada día un número más alto de personas que aceptan participar en el reto.

Difícil y complicada situación cuando en las redes internacionales pululan por doquiera acciones de violencia amparadas en gestiones mercantilistas que son apoyadas por unas administraciones públicas donde la honestidad parece estar reñida con los más evidentes signos del progreso, al igual que la justicia y la razón.

Hoy, amparados en el movimiento mundial del turismo que está transformando al mundo, apoyando el culto a la amistad, a "la buena fe como norma en los negocios y en las profesiones, el aprecio a toda ocupación útil y a la dignificación de la propia en servicio a la sociedad", como dicen los principios de Rotary, queremos ver un panorama donde la Cultura de Paz, que produce esa impresionante conquista de la comunidad mundial, sirva con sus propios fines para concienciarnos a todos sobre la necesidad del conocimiento de la comprensión, la tolerancia y la amistad, para conseguir un mundo donde su habitabilidad esté regida por unas normas decentes, honradas y honestas cuyas bases sean, precisamente, la cultura y la paz.

Sumidos en la desesperación, de ver desaparecer los más importantes valores de la sociedad, nos queda la esperanza de que el mal tiene que tener su fin, como lo tiene todo en esta vida.

Castigados y maltratados con "el amargo sabor de la injusticia", por no seguir el trillado camino de la ignorancia y la aceptación a las leyes impuestas por administraciones públicas totalitarias y corruptas, seguimos nuestro camino inspirados en la frase de quien fuera nuestro profesor hace ya muchos años, el poeta gomero Pedro García Cabrera: "La esperanza me mantiene".