Años atrás escribí sobre el cuestionamiento de la historia y su reversión hacia el nuevo paradigma de la desorientación, de la falacia y mentira, haciendo de la historia más que una ciencia dedicada a desvelar acontecimientos a fabricarlos según el comprador por encargo de la misma.

Y estamos como antes. Baudrillard, hace ya tiempo fallecido, decía: "Nos encontramos ante un efecto reversivo de la modernidad que habiendo alcanzado su limite especulativo y extrapolado todos sus desarrollos virtuales se desintegra en sus elementos más simples, según un proceso catastrófico de recrudecimiento y turbulencia".

Ante esto se pudiera pensar que estamos borrando las huellas de la historia, que los hombres, que son los que la fabrican y ponen letra, se han quedado como simples "extras" y ya no como "actores" de las decisiones del planeta que transita por sendas angostas, llenas de vacíos, donde las ideas no existen y sí la voluntad y la animalidad propia del primigenio y del hombre de las cavernas.

Nos han dicho de los magníficos logros que se han conseguido y las guerras que se han tenido que propiciar para implantar al ser humano con la máxima dignidad en el mundo, y ya ven, nunca como ahora ha sido más vejado y ultrajado. Basta con levantar la vista: Guantánamo, Siria, el éxodo de seres desprovistos de vida y de esperanza, de cambalaches entre los poderosos, sin impórtales un pimiento lo que comporta para las personas sus "locura", las que desarrollan, y lo peor, las que circulan por los vericuetos de su cerebro.

Nos habían dicho, hasta la machaconería y con todos los clarines desplegados, que nos ensordecieron, aquello del Nuevo Orden Mundial y comprobamos como ese orden solo sirve para alimentar iluminados y psicópatas que hacen del mundo lo que sus devaneos y malo sueños les inducen a hacer. Y lo lamentable y paradójico es que nos lo tomamos a risa porque efectivamente son personajes de sainete y opereta. Pero cuidado con ellos.

Nos encontramos pues en una perfecta reversión de la historia, en una vuelta al principio, al final de una linealidad conseguida por los entupidos y estólidos que desde su percepción de "supermanes" han logrado que el avance solo haya servido para ponernos en el trance de una destrucción planificada o en el inicio de todo.

Nos habían dicho de la perfectibilidad de los regímenes políticos, de la delicadeza de los gobernantes con los gobernados y que los súbditos eran recuerdo para la historia apareciendo una nueva concepción social: la de "ciudadano".

¿Y en que se ha convertido el ciudadano? En una piltrafa en manos de administraciones perversas, y si la historia un día llegó a su más alta cumbre con sangre sudor y lagrimas, hoy desesperadamente contemplamos que nada valió la pena, porque los resultados han sido peores que los viejos inicios y la nueva reversión de la historia, plagada de confusión, nos toca a la puerta por los malversadores del futuro.