Si de algo ha estado seguro el machismo a lo largo de la Historia, es de que los cuidados son cosa de mujeres. Ya sea de los niños, de los mayores o de las personas con discapacidad que no pueden valerse solas, la espalda histórica de las mujeres ha soportado el peso de los cuidados a cambio de nada, porque se entendía que era una obligación, moldeada por la falsa querencia de las mujeres hacia el sacrificio.

Y así, en silencio y con completa renuncia a los proyectos personales de vida, a las aspiraciones y los sueños, miles de mujeres han consagrado su existencia a un tercero, o a más de uno. ¿Qué quedaba a esas mujeres después de años de trabajar 24 horas al día como enfermeras, cocineras, intendentes, limpiadoras y psicólogas? Nada. Nunca se las consideró trabajadoras a pesar de no hacer otra cosa que trabajar. Llegada la vejez, una pensión no contributiva que a menudo no daba para vivir, y gracias.

La Ley de Promoción de Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia incluyó muchos avances sustanciales en la atención social en España; el Gobierno socialista nos puso en vanguardia de la solidaridad social, convirtiendo lo que hasta entonces era un problema privado en una cuestión pública, la atención a los dependientes y a los cuidadores no profesionales, a ese ejército de mujeres sin remuneración ni reconocimiento. La incorporación de esta figura a las cotizaciones de la Seguridad Social no era sólo una reparación al injusto olvido al que estaban relegadas sino también una garantía para su futuro.

Pero este avance social sufrió un grave retroceso en 2012, cuando el PP decidió que la estabilidad presupuestaria pasaba por delante, muy por delante, de las personas. Hasta el malhadado Real Decreto Ley 20/2012, las cotizaciones eran una obligación del Estado; a partir de él, pasaban a ser voluntarias. Es decir, se le decía a las y los cuidadores, que si querían cotizar, lo hicieran ellos mismos. En 2016, apenas quedaban menos de 10.000 cotizantes en esta categoría.

Ahora que el Gobierno del PP nos habla de una recuperación económica fabulosa, tan maravillosa que apenas nos la podemos creer, es momento de hablar de la recuperación de derechos subjetivos como éste que les fue arrebatado a las cuidadoras (y hablo en femenino, porque son 9 de cada 10, según el último estudio de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología). Por eso, los socialistas defendimos en el último Pleno del Cabildo una moción en este sentido, y logramos la unanimidad de todos los grupos. Planteamos dos acuerdos muy simples: que el Gobierno vuelva a cotizar, mediante un acuerdo con la Tesorería de la Seguridad Social, por las cuidadoras no profesionales, para darles una garantía de tranquilidad en el futuro y en justa compensación a su labor; y que se estudie la posibilidad de hacer retroactiva la devolución de ese derecho, para que las cuidadoras coticen también por el periodo, desde 2012, en que no lo han hecho.

La carga física, psicológica y emocional aparejada al cuidado de una persona dependiente sólo la conoce quien la padece. El cuidador, a menudo, acaba enfermando y ve mermada su calidad de vida mientras le ahorra al Estado el coste de un cuidador profesional o de la plaza en un centro. Sólo un Gobierno profundamente miserable con las personas es capaz de no reconocer el trabajo de estas personas y compensarlo como es debido.

Los socialistas defendemos que las cuidadoras y los cuidadores vuelvan a cotizar como deben y necesitan, que recuperen ese reconocimiento y sepan así que tienen nuestra gratitud como sociedad en forma de prestaciones. Y ya de la situación de la Dependencia, hablamos próximamente.

*Directora insular de Vivienda

Secretaria de Bienestar Social en la Ejecutiva insular del PSOE de Tenerife