Decía Einstein que "el genio se hace con un 1% de talento y un 99% de trabajo", y puede que tenga un porcentaje de razón considerable. Sin embargo, me inclino más por aquella sabia frase del refranero canario que advierte de los peligros de "comerse al cochino antes de matarlo". Sin eufemismos, pero empleando el rico préstamo que brinda la metáfora, el Club Deportivo Tenerife tiene ante sí una oportunidad casi histórica de no caer en triunfalismos ni tampoco pillar el ascensor para subir desde la jornada dos. El tiempo nos ha enseñado que, a pesar de tener un gran equipo, compensado, con gol y clase en diferentes sectores del juego, no podemos caer en la tentación que tan bien practican en la Unión Deportiva Las Palmas de ver a su equipo en la Europa League tras dos victorias en pretemporada. Aquel equipo de Natalio, Julio Álvarez y compañía nos llevó a las cloacas de Segunda B, donde el oprobio ante tanto pasotismo generó la lógica apatía en la afición y el descrédito de una plantilla narcisista que cabreaba al respetable. Ni antes éramos tan buenos ni ahora somos tan malos por perder un partido que dominó el Valladolid, un equipo menos tímido y más decidido que el nuestro. Está demostrado que en el fútbol nada es lo que parece; tampoco en la historia. Gandhi tenía actitudes racistas contra los sudafricanos; Thomas Edison no eran tan brillante como suponíamos, ya que le robó un gran número de ideas a Nikola Tesla; el defensor de la revolución americana, Patrick Henry, no era tan bueno, ya que se le ocurrió mantener a su esposa encerrada en el sótano. El Tenerife es imprevisible y camaleónico, pero tanto el equipo como los aficionados deben dar un margen para el beneficio de la duda, al menos cincuenta días para alcanzar la meta que humildemente nos hemos ganado: el ascenso. Recuerdo con nostalgia aquel viaje a Auxerre donde unos cuantos aficionados vitoreábamos al Tenerife desde aquellas gradas de madera antes de que Agustín se lesionara y un pueril Pier Luigi Cherubino defendiera la portería con el ímpetu que le caracterizaba desde que saltaba al campo. A la salida esperábamos a que los jugadores llegaran a la guagua para poner en marcha las polaroid y guardar una foto con Pinilla o Felipe Miñambres. ¡Hasta Javier Pérez, el mejor presidente de la historia del Tenerife, salía a saludar! En esa época no era un ejercicio de riesgo apostar si el "Tete" jugaba la UEFA o la Copa de Europa; había trayectoria y mimbres para eso. "El fútbol mágico del Tenerife", esa era la presentación más repetida de los comentaristas de televisión y radio ante el exquisito trato de balón de un conjunto que paseaba su fútbol por media Europa. Ahora, toca premura, calma y trabajo diario para conseguir las metas; jubilemos el chauvinismo futbolístico por el presentismo optimista.

@LuisfeblesC