Hoy, los artistas inscritos en el Concurso de Pintura Rápida Francisco Concepción, se afanan en definir y concluir el asunto elegido, con libertad de técnica y en todas las esquinas isleñas, Actué como jurado en la primera edición del certamen, creado por la Consejería de Cultura -con Primitivo Jerónimo al frente- y ya entonces alabé la acción porque animaba la figuración -entonces en bajada y hoy en plena efervescencia- y, además, porque rendía homenaje a un gran paisajista del siglo XX.

Once años después, otros tantos nombres entraron en la lista de plásticos que, en sólo once horas, formularon síntesis propias de nuestra naturaleza y cultura material. Al margen de pulsiones patrioteras, las telas y cartones premiados -e incluso los que se pudieran distinguir con accésits- serían la base para la creación de un museo temático, y activo, sobre el paisaje de La Palma. A partir de González Méndez, en el mismo cabrían sus seguidores más cualificados como González Suárez, Bruno Brandt -el expresionista alemán adscrito a la gloria local- y, a lomos de dos centurias, Francisco Concepción, nuestro entrañable Fá presto.

Con esa humorada apelación a la rapidez brilló en Italia y España el barroco Luca Giordano (1634-1705), cuyo talento se correspondió con sus extraordinarias facultades, probadas en sus facetas de muralista y artífice de cuadros de altar y de historia y, sobre todo, con la vertiginosa ejecución de los mismos. Su fama le dio el encargo de la decoración del Escorial y, en una década con Carlos II, triplicó y mejoró la suma de los trabajos firmados por sus colegas en la Corte del Hechizado.

En otro ámbito y fruto de la innata facilidad -que es una virtud si, como en estos casos, se une a la exigencia- Quico Concepción dejó una inmensa e intensa producción y, por encima del número, una visión global de su tierra que se convirtió en canon de formas y colores, del mismo modo que lo fueron para Tenerife las telas de Bonnín y Martín González, y para Gran Canaria las de Colacho Massieu y Miró Mainou. Este creador -que ya tiene un premio con su nombre y fue un virtuoso sin cuestión de la pintura rápida- merece un espacio permanente donde luzcan sus icónicas visiones, contextualizadas con ejemplos de sus antecesores y seguidores. Sería una iniciativa útil y rentable sobre todo si, como él, el proyecto cumple la regla del Fá presto, que no estamos para perder tiempo.