Hace unas semanas conocíamos la noticia sobre la donación de 320 millones de euros que anunció la Fundación Amancio Ortega para la renovación de los equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en los hospitales públicos españoles, y que es continuación de una donación a Cáritas de 40 millones de euros, una de las ONG más importantes del mundo. Un gesto que, opinamos, es un ejemplo a seguir.

No entendemos cómo una noticia como esta puede ser vista con malos ojos desde alguna asociación de usuarios de la sanidad pública, con escasa representación. Y lo que es más grave, una definición pública de los dirigentes de algún partido político, como lo es Podemos. Es un auténtico disparate. Es algo absolutamente abyecto que solo se puede comprender desde el sectarismo y la ignorancia más supina. Cuando se dona es porque se dona, y cuando no, porque son unos insolidarios. Es de vergüenza.

Debemos mostrar, y lo hacemos, nuestra enorme satisfacción tras la aportación realizada por la Fundación Amancio Ortega, que lleva el nombre del conocido empresario español, a la Sanidad española y canaria, en particular. Un empresario y empresa, marca España, dirigido por un hombre humilde y sin doctorado, que ha pasado por todos los escalones de la vida y ha creado riqueza con humildad en España y en el mundo entero.

Sin duda, el gesto realizado por Ortega es y debe ser un ejemplo a seguir, y reafirma nuestra convicción de que deben existir lazos de unión imprescindibles entre lo público y lo privado, para llevar a buen puerto el Estado de Bienestar. Por cierto, Estado de Bienestar que es un invento europeo y que España ha convertido en uno de los mejores del mundo, pero que precisa que lo hagamos sostenible, y para ello no se puede hacer política barata.

La filantropía, la responsabilidad social corporativa (RSC), el mecenazgo, los fondos éticos, son solo un ejemplo de formas de colaborar con lo público y demuestran que quien lo hace tiene un compromiso social claro.

Habría que aclarar ya que la Sanidad no se puede privatizar, por muchos motivos, pero el principal es que estamos en un distrito sanitario único europeo, por ser signatario del Tratado de Lisboa (en el que tuvimos la gran ocasión de participar como senador), en donde se define claramente que los países firmantes del documento tendrán una Sanidad de financiación pública, pero provisión de servicios libre. Que lo haga quien mejor lo haga, pero con un sistema de acreditación.

En los Presupuestos Generales para este año se destina más del 63 por ciento al Estado de Bienestar, siendo uno de sus pilares la Sanidad, junto con educación y políticas sociales. Siendo el presupuesto general de Estado que más gasto dedica al individuo en la historia de la democracia española.

Pero como la demanda sanitaria es infinita y la alta tecnología muy cambiante, para mejor, la adquisición de la misma requiere un coste elevadísimo y hay que recurrir a técnicas económicas que lo permitan, como el "leasing", y a las fórmulas de mecenazgo y responsabilidad que realiza, por ejemplo, la fundación de Amancio Ortega.

Es verdad, y para nosotros es imprescindible, que una vida no tiene precio (concepto moral), pero la sanidad tiene un coste y hay que financiarlo, y es limitado. Este año, 65.000 millones de euros dedicados a este menester.

La sanidad es una historia de éxito colectivo, con debilidades pero de éxito, que estará siempre unido al acervo cultural y la historia de todos los ciudadanos de todas las ideologías, y sobre todo a los más de doscientos mil profesionales que, conjuntamente con la Administración, hemos sido capaces de ponerlo en lo más alto de la marca España. Valga como ejemplo la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), que durante veintiséis años consecutivos hemos sido los mejores del mundo, y que representa, junto con la sanidad global, un factor de cohesión social único e insuperable.

La sostenibilidad del sistema es uno de los factores básicos en los que debemos ponernos de acuerdo, y por eso no se puede hacer política con la sanidad, pero sí política sanitaria. Hemos propiciado desde la Cámara Alta un pacto por la sanidad, imprescindible para mantener el sistema, donde la ideología debe pasar a un segundo plano. Hay que hacer lo que evidentemente está demostrado que hay que hacer (medicina de la evidencia).

La aportación voluntaria y responsable de la Fundación Amancio Ortega es, conjuntamente con otras, un factor importante para seguir ofreciendo mejor sanidad. No es para ahorrar dinero público, pero sí mayor disposición para invertir.

También nos parece oportuno transmitir que tenemos que hacer una cartera de servicios universal, en donde se pacte lo que se puede hacer, de manera clara y cristalina, con el presupuesto asignado por todos. Por eso la definición de que la sanidad es gratuita hace mucho daño. La sanidad es de financiación pública y, por lo tanto, limitada.

A tenor de las últimas valoraciones externas, como la de la Fundación Bill Gates, la revista Lancet, así como la clasificación Bloomberg, seguimos siendo de los mejores del mundo. Luego no es permisible que algunos hagan demagogia barata condenando la riqueza como algo negativo, y no como una creación siempre de bienestar, que, en el caso que nos ocupa, es una demostración evidente.

Si Zara o Inditex dejaran de existir mañana, desaparecerían más de 150.000 puestos de trabajo, a lo que hay que sumar los empleos indirectos, que se calculan en varios miles más, además de perder más de 2.000 millones en impuestos y Seguridad Social, que, como sabrán, forman parte de los Presupuestos Generales del Estado y destinados a otras necesidades, como la sanidad.

Únicamente reconocemos una Sanidad; "la buena", y tiene que ser producto de la combinación entre lo público, lo concertado y lo privado, que están llamados a ser complementarios y entenderse de forma fluida.

Interpretar la mayor donación privada de la historia a los servicios públicos como un ataque a estos resulta muy desconcertante, y han tocado hueso.

*Portavoz de Sanidad del Partido Popular en el Senado y presidente del Colegio Internacional de Cirujanos