La decisión que hoy adoptemos los militantes socialistas ante el reto de elegir a la persona que a partir de mañana dirija la Secretaría General del PSOE, no cabe duda que supone una responsabilidad del más alto nivel, como pocas en los 138 años de su historia. Quizá anteriormente nunca una elección interna se había mostrado tan reñida, unas primarias tan trabajadas por los candidatos, y una militancia tan activa en apoyo de una de las candidaturas, Patxi López, Pedro Sánchez y Susana Díaz.

Los militantes que han mostrado su preferencia por Patxi López lo consideran una opción de consenso, capaz de unir al PSOE; los que apoyan a Susana Díaz entienden que el voto de abstención para facilitar la investidura de la Presidencia del Gobierno para el PP evitaba una terceras elecciones generales, y a quienes hoy se han decidido por Pedro Sánchez no les gustaron las formas, los fondos y las maneras con las que se vio forzado a renunciar a la Secretaría General del PSOE, que había conseguido con el voto en urna de la mayoría de los militantes socialistas. Además, tengo la sensación de que en un país donde no dimite ni Dios, salvo una situación de extrema gravedad a punto de certificado de defunción, la decisión de Pedro Sánchez de entregar antes de la votación de investidura del candidato del PP a la Presidencia del Gobierno al acta nada despreciable de diputado de las Cortes Generales, con suspensión incluida de empleo y sueldo, como se diría en el lenguaje laboral, ha gustado y movilizado aún más a una militancia disconforme con la propuesta que la Comisión Gestora federal hizo al Grupo Parlamentario socialista de abstenerse en la investidura del líder del PP, Mariano Rajoy, facilitando su acceso a la Presidencia del Gobierno.

Dicho así, cuando todo esto lo escribí el viernes sin saber el resultado de hoy, puede resultar temerario por mi parte, sobre todo porque en un artículo de opinión personal muy general, con un espacio limitado donde poco más se puede profundizar, y más difícil todavía entrar en el programa electoral de cada candidatura, máxime cuando las circunstancias que acompañan a la elección de hoy son muy profundas, muy complicadas y difíciles de sopesar (si bien les aseguro que los afiliados socialistas sí las conocen muy bien y saben lo que hacen), dada la bajada progresiva de escaños en las elecciones generales desde 1982 a 2016 (Felipe González, Joaquín Almunia, Zapatero, Rubalcaba y Pedro Sánchez como sucesivos candidatos), la irrupción de nuevas formaciones políticas, y lo complicado que se le hizo al PSOE, tanto en el debate interno, como en la realidad de las cuentas para sumar diputados, la posible conformación de un gobierno.

Lo que hoy se decida va a influir en la situación del PSOE en Canarias, espero que en positivo, porque estamos sin la dirección política de una Secretaría General regional desde la dimisión del último secretario general, con comisiones gestoras no solo en Canarias, también en Tenerife y municipios muy importantes como La Laguna, situación en general nada deseable que posiblemente algo tuvo que ver con la salida del Gobierno de Canarias.

En suma, una situación complicada, no solo para los candidatos de hoy a la Secretaría General del PSOE, sino sobre todo para un partido con una amplia y acreditada experiencia de gobierno, siendo el voto de hoy de alta responsabilidad, porque es el PSOE, y no Podemos ni Ciudadanos, la alternativa más creíble y posible a un gobierno del Partido Popular, asfixiado por una corrupción galopante y sus luchas intestinas y cainistas.

Mi voto, tal y como he razonado y manifestado claramente en mis últimos artículos, es para Pedro Sánchez, y no porque no se lo merezca también Patxi López y Susana Díaz, magníficos políticos y acreditados compañeros, solo que creo honestamente que la elección de hoy la van a ganar los gestos y no solo los programas electorales de cada candidatura.

*Senador del PSOE por Tenerife en las VIII y X Legislaturas

@JVGBethencourt

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