Un equipo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se prepara para acometer, por primera vez, una exhumación de represaliados del franquismo en el cementerio de Vegueta, tras haber recopilado datos que pueden llevarles hasta Juan Santana, el último alcalde de San Lorenzo.

Los historiadores suelen remarcar que Canarias apenas vivió en su territorio la Guerra Civil, porque los sublevados tomaron las islas desde los momentos iniciales del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, pero la represión posterior fue muy cruel con cualquier persona o institución señalada como afecta a la República o a cualquier movimiento obrero o partido político de izquierdas.

El Ayuntamiento de San Lorenzo no solo lo pagó con la sangre de su alcalde y de varios de sus concejales, funcionarios municipales y vecinos, sino también con su muerte institucional, porque el Gobierno franquista lo borró literalmente del mapa en 1939, forzando su absorción por parte de Las Palmas de Gran Canaria, la capital.

Ochenta años después de aquellos hechos, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo de la isla financian la que puede ser la primera exhumación de la fosa común de Vegueta porque creen que están en condiciones de poner empezar a reparar la memoria de las personas que descansan en ese camposanto tras haber pagado con sus vidas las ansias de represión de los sublevados.

Su número es incierto, porque no hay documentación que acredite cuántos enterramientos se hicieron en aquella época en esa fosa del centro histórico de Las Palmas de Gran Canaria, ni mucho menos que revele de qué personas se trata o en qué cuadrículas están. Sí se sabe que muchos fueron fusilados en el cuartel de La Isleta.

Es el caso de Juan Santana Vega, alcalde de San Lorenzo, y su vecino Francisco González Santana, militante sindical y comunista, que fueron pasados por las armas el 29 de marzo de 1937.

Los dos habían huido del pueblo meses antes cuando los golpistas tomaron el Ayuntamiento y los dos se entregaron tras ser sometidos al chantaje más cruel: los sublevados detuvieron al hermano del alcalde y amenazaron con matarlo si no aparecía y luego asaltaron la casa de la familia de Francisco González Santana y mataron a su hijo menor, Braulio, un bebé de meses, estampándolo contra una pared.

Eso ocurrió la Nochebuena de 1936. Al día siguiente, González Santana se entregó temiendo por la vida de sus otros tres hijos, recuerda el presidente de la Asociación de Memoria Histórica de San Lorenzo, Francisco González, nieto del comunista fusilado, cuyo padre presenció con once años cómo moría el bebé Braulio.

El coordinador de los trabajos que se van a llevar a cabo en el cementerio de Vegueta, Javier Márquez, ha explicado hoy que siguen recopilando documentos y testimonios, pero creen que tienen localizada la fosa concreta donde fueron enterrados Juan Santana y Francisco González Santana, la fosa 2 del llamado cuartel 6.

Si el trabajo histórico previo concluye como esperan y la autoridad judicial autoriza que se abra esa tumba comunitaria, dar con ellos e identificarlos no será fácil, porque la fosa número 2 se abrió al menos otras dos veces desde 1937 para acoger nuevos cadáveres sin relación alguna con la represión, en 1942 y 1955.

De hecho descansan en esa fosa de dos metros de ancha, por dos de larga y tres de profundidad un centenar de personas.

Márquez subraya que este es uno de los detalles que hace peculiar a esta fosa del franquismo: no es un hoyo abierto ex profeso y de forma clandestina para hacer desaparecer los cuerpos de quienes sufrieron la represión, sino un espacio de un cementerio que se usaba antes de la Guerra Civil y siguió utilizándose después.

Este investigador apunta que, si el agua que se filtra en el subsuelo de la fosa no ha removido los restos, quizás sí se puedan identificar entre los demás cuerpos, porque el hijo del sepulturero de la época asegura que su padre le contó que los colocó juntos, con una piedra entre ambos para que algún día los distinguieran.

Esta primera exhumación, apunta el presidente del Cabildo, Antonio Morales, podría ayudar a que se planteen nuevos trabajos similares en ese punto del cementerio. Ahora bien, le precisa Márquez, será difícil saber nada de los represaliados enterrados en las fosas del año 1936, porque esas un día el Ayuntamiento las segregó, privatizó y sobre ellas hoy hay tumbas particulares.