Este sábado 1 de julio celebramos en El Hierro la Bajada de la Virgen de los Reyes y quiero aprovechar, como herreño, para dar unas pequeñas explicaciones, a la vista de la cantidad de visitantes y turistas que se trasladan a la isla por estos días. La Bajada de la Virgen de Nuestra Señora de los Reyes, que, por cierto, la mitad es subida (dato importante a la hora de proveerse de buen calzado y mucha agua), se celebra cada cuatro años.

El origen de la Bajada de la Virgen de los Reyes se encuentra en un voto, una promesa, realizado por el pueblo de El Hierro: pastores, agricultores, sacerdotes, etcétera, el año 1741 para dar gracias a la Virgen por unas lluvias que acabaron con una sequía que estaba dejando sin comida ni agua a la Isla. Las sequías, a menudo, han marcado la historia herreña, de ahí que el Garoé o los años de seca marquen nuestro devenir. A partir de esas lluvias milagrosas, el pueblo entendió que la manera de agradecer esa intercesión divina era trasladar la imagen, que está de modo habitual en la Ermita de la Virgen de los Reyes, un lugar aislado del Suroeste de la Isla que se llama La Dehesa, a la capital, Valverde. Son algo más de 28 kilómetros de camino que, con sus paradas, se completan en unas 16 o 17 horas.

Podría seguir enumerando datos históricos, geográficos, etnográficos, religiosos, de la Bajada, pero prefiero trasladarles, por lo menos intentarlo, lo que sentimos los herreños cuando llega el primer sábado de julio de cada cuatro años desde 1745. Y, por eso, les invito a hacer el camino conmigo, ahora, sin movernos del sitio. Así que imaginen por un momento.

La ermita y las sabinas. Son las tres de la madrugada. Hay que levantarse con tiempo suficiente para llegar a la Ermita, donde se celebrará la misa y desde donde parte la comitiva. Hoy en día, se puede llegar por varios puntos en coche o transporte colectivo. Las luces de los faros que se ven por todos los caminos son la primera señal de que hoy va a ser un día diferente; de que hoy es el DÍA. Hay mucho movimiento para una isla tan tranquila normalmente, pero ni siquiera ese tránsito de vehículos y personas cambia la paz que transmite el lugar.

Apenas iluminada, la pequeña ermita se nos presenta con la grandeza de la mayor catedral dado el paraje donde su ubica. Si la noche es clara o hay luna podemos vislumbrar las tierras comunales que bajan en pendiente hacia la costa y la silueta de algunas sabinas. La gente tampoco nos va a impedir, si prestamos atención, escuchar el silbido del viento que es habitual en la zona y que ha doblado con el paso del tiempo las sabinas que hay por todo el entorno, otro gran símbolo de El Hierro. Hay, como digo, bastante gente. Pero también mucho respeto a la celebración. Dentro de la ermita, abarrotada, y también fuera, donde esperan miles de personas para iniciar el Camino, muchas de ellas con pequeñas linternas para ayudarse hasta que amanece.

Son ahora las seis de la mañana, termina la misa. La imagen es sacada fuera de la Ermita por cuatro pastores y entregada a las autoridades, que la llevan en completo silencio a un lugar cercano que se llama la Piedra del Regidor. Allí el Corso -que es el nombre que recibe el sillón de viaje donde se transporta a la Virgen- es levantado por el pueblo de Sabinosa al ritmo de los pitos, las chácaras y los tambores. Los bailarines toman posiciones y empieza, realmente, el Camino.

Los bailarines inician la subida. Ya dará igual que haya obstáculos por el camino, que la pendiente sea muy pronunciada, que se estreche el paso, que haya que sortear desniveles, los bailarines bailarán siempre y los tocadores tocarán siempre. Y la gente vivirá una experiencia única en una tierra única.

Las rayas. Estamos subiendo una rampa pronunciada, que coincide con un tradicional camino de pastores. Poco a poco comienzan a aparecer las primeras luces del día y hacemos una primera parada, pequeña, para dirigir la mirada de la Virgen hacia el pueblo de Sabinosa, el más occidental de Canarias, y por tanto de España, y por tanto de Europa. Seguimos subiendo un poco más. Es tiempo para el desayuno.

El camino está divido en sectores. En cada uno de esos sectores corresponde a los bailarines y tocadores de ese pueblo acompañar a la Virgen. La frontera entre uno y otro sector se denomina Raya. Ahí se produce el relevo de la Virgen: los bailarines que entregan y los que esperan para recibir a la Madre Amada deben acompasar su música y su baile. Cuando están ajustados se produce el relevo.

En todo el Camino hay siete rayas. El traspaso entre unas y otros es de los momentos más esperados por todos. La emoción raya los ojos, eriza las pieles, seas de donde seas, te emociona y conmueve.

Se habrán dado cuenta de que en ningún momento he hablado ni de procesión ni de romería. Formalmente, la Bajada no es ni lo uno ni lo otro. Es más, lo más grande de la Bajada es que cada uno la siente a su manera. Para algunos es esencialmente una manifestación religiosa, para otros es una excursión a través de caminos rurales de la Isla; para otros una prueba de superación física; para otros, un motivo de encuentro familiar.

La Bajada es cada una de esas cosas y es todas esas cosas a la vez. Cada persona vive la Bajada de una manera diferente, incluso al margen de creencias religiosas. Con el máximo respeto.

La Cruz de los Reyes. Más o menos a la mitad del camino se encuentra la Cruz de los Reyes, que es el punto donde se reúne la mayor cantidad de gente, no solo la que ha salido del Santuario, sino la que llega desde cualquier punto de la isla para asistir al saludo conjunto entre todos los pueblos y presenciar las loas que se le dedican a la Virgen.

Después de tomar fuerza y almorzar con los manteles tendidos por toda la zona, se retoma el Camino, que ya mayoritariamente, esta vez sí, es en Bajada. Son las dos-tres de la tarde y todavía quedan muchas horas por delante.

La llegada a Valverde. La comitiva llegará sobre las diez y media o las once a Valverde, o incluso más tarde. La Virgen es llevada a la Iglesia de La Concepción en Valverde para luego salir hacia casi todos los pueblos de la Isla. Y así hasta que lleguemos a principios de agosto, el primer fin de semana, donde se celebrará la Subida, hasta devolver a la Virgen a su lugar de descanso habitual. Y con la Subida, que se completa también en un solo día, los herreños aguardamos ansiosos la próxima Bajada.

Creo que las tradiciones, las raíces, son importantes, porque nos enseñan a ser del mundo, pero desde un lugar, desde nuestro lugar. Este año, sin duda, el lugar es El Hierro. ¡Feliz Bajada!