Son los mejores. No lo dice la Universidad de La Laguna, sino un tribunal independiente que evalúa a los mejores investigadores de todo el mundo. Los nueve nuevos Ramón y Cajal que acaban de incorporarse a la institución no solo son brillantes en sus áreas de estudio, sino que han hecho estancias en el extranjero, son capaces de abrir líneas de trabajo sin explorar y crear equipos potentes que tejan redes internacionales. La élite investigadora viene con espíritu emprendedor incorporado.

El programa Ramón y Cajal se ideó en el año 2002 para atraer a investigadores prestigiosos que hubieran abandonado el país en busca de alguna universidad con mejores posibilidades para llevar a cabo una carrera investigadora. La oferta inicial de plazas rondaba las 800 para toda España, pero cuando llegó la crisis, la oferta se redujo considerablemente. Hoy no llegan a 200. La competitividad del programa creció aún más.

La contratación de los Ramón y Cajal es asumida por el Ministerio de Economía (80%) y la Universidad (20%). Solo los departamentos que lo solicitan oficialmente -da igual el campo de especialización- y que tienen un historial investigador potente pueden acceder a estos puestos. El contrato se prorroga hasta cinco años como máximo y luego la Universidad tiene el compromiso de estabilizar al investigador.

La Universidad de La Laguna recibió los primeros Ramón y Cajal en 2002. Desde entonces ha conseguido atraer a 19 investigadores de este perfil. Su presencia no solo ha contribuido desde el punto de vista del conocimiento, sino que ha revertido en una financiación para la institución de más de 10 millones de euros.

Este año, el Rectorado ha querido dar un fuerte impulso a este programa y ha conseguido el compromiso del Gobierno regional para poner en marcha su "versión canaria": el programa Viera y Clavijo. Gracias a esa convocatoria, el centro ha podido duplicar el número de estos universitarios y ha incorporado a nueve.

El vicerrector del área, Francisco Almeida, explica que lo se ha hecho con el programa Viera y Clavijo es "rescatar" a investigadores que habían quedado en la lista de reserva del Ramón y Cajal. Esto garantiza la objetividad y la excelencia. La decisión no es de la Universidad, sino de un organismo independiente, y ya se ha acreditado que los universitarios que optan a ese contrato son sobresalientes. A pesar de la insistencia de la Universidad, el Gobierno, "lamentablemente", ha anunciado que el programa se mantendrá tal como nació pero no se incrementará, admite Almeida.

En España existen otros programas autonómicos similares al canario en Cataluña y País Vasco -Icrea e Ikerbasque, respectivamente-, que llevan años dando excelentes resultados.

La ingeniera Verónica Pino es una de las investigadoras que entró como Ramón y Cajal hace ya seis años. Su historia es parecida a la de otros de sus compañeros. Consiguió este contrato después de haber hecho estancias en el extranjero y haber vivido las dificultades que existen en España para investigar. Formar una familia y seguir su vocación se convirtió en un sueño difícil de alcanzar hasta que consiguió entrar en el programa.

Horacio Barber regresó a la Universidad de La Laguna tras ser seleccionado como Ramón y Cajal después de hacer estancias en Israel o Londres. El mes pasado fue nombrado profesor titular de la Facultad de Psicología. "Los Ramón y Cajal se crearon para atraer a gente que estaba fuera y ofrecerles una carrera investigadora, pero en realidad la carrera investigadora como tal prácticamente no existe en España. Pasas a ser profesor". Cita como excepciones el CSIC o el Instituto de Astrofísica de Canarias.

Barber conoce muy bien el perfil de este investigador. No solo formó parte del programa, sino también, posteriormente, del comité que evalúa a otros Ramón y Cajal. Cuenta que es muy importante haber salido fuera, pero que se valora muchísimo la autonomía del investigador, que haya firmado artículos como primer autor -no solo colaboraciones- y que sepa crear su propia línea de trabajo. "No se trata solo de que tengas habilidades o el tiempo que hayas estado fuera, la elección de la universidad donde haces la estancia es muy importante": es necesario que sea rentable en los términos que marca el programa.

Los Ramón y Cajal, cuenta, cobran alrededor de los 2.500 euros. Lo irónico es que cuando llegó al momento de la "estabilización", las condiciones empeoraron. La ULL le ofreció ser contratado doctor, en vez de profesor titular, categoría a la que acaba de acceder. "No tiene sentido que después de cinco años te bajen el sueldo y te suban las competencias". Barber entiende que los investigadores deben transferir su conocimiento y que una forma de hacerlo es impartiendo docencia, pero defiende un modelo que sopese mejor las cargas en función de la productividad investigadora.

Un programa así es adecuado para romper con la endogamia que padecen las universidades españolas y lograr que los investigadores que estén en plantilla sean los mejores, con independencia de donde hayan nacido. "Es importante que vengan de fuera y que salgamos, que haya movilidad, no porque sean mejores unos que otros, sino porque es importante conocer otras formas de hacer las cosas".