Hoy en día lavar los platos, vasos, cubiertos, así como otros utensilios de la cocina es una acción cotidiana que realizamos de manera natural. Una labor habitual del día a día a la que no se le presta demasiada atención por su implantación en la sociedad. Sin embargo, hasta un hecho tan sencillo como el de fregar tiene una larga tradición. Una historia que pasa principalmente por el fregadero, un recipiente que ha ido evolucionando a lo largo de los siglos hasta los distintos tipos que podemos encontrar actualmente. Una proliferación que ha provocado que en la actualidad podamos encontrar fregaderos baratos de toda clase de materiales y estilos.

En siglos pasados la palabra fregadero era desconocida por las personas de las distintas épocas. En la antigüedad se utilizaba el término pila para referirse a un receptáculo, ya fuera de madera o de piedra, en el que se colocaba un barreño para fregar los platos y vasos. Estos lavaderos se encontraban siempre cerca de lugares como pozos, manantiales u otros sitios desde donde se podía obtener el agua para llevar a cabo esta tarea.

Con el transcurso de las épocas, la higiene se fue implantando a lo largo del siglo XIX, momento en el que se va tomando conciencia de su importancia para la salud humana. Ese crecimiento provocó que a principios del siglo XX la mayoría de los hogares tuvieran fregaderos similares a los que podemos encontrar hoy en día en cualquier vivienda. Un hecho que contrasta con la creencia de que era un artículo de lujo antiguamente.


Los primeros materiales

Los primeros materiales utilizados en los fregaderos modernos fueron la pizarra y el cobre. Dos elementos atractivos, pero al mismo tiempo caros para la época. Su encarecimiento fue el principal motivo de que durante la década de los años 20 se sustituyeran por el barro. A pesar de ser un material barato, no terminó de ser un referente durante las siguientes épocas. De hecho, en poco tiempo se sustituyó por el hierro fundido cubierto de esmalte blanco.

Los fregaderos de este material fueron una auténtica revolución y se convirtió en el más popular de la historia hasta ese momento. Un impacto que se puede apreciar en la actualidad en Estados Unidos, país en el que se pueden encontrar este tipo de fregaderos en una gran cantidad de casas antiguas. A pesar de ello, la Segunda Guerra Mundial dificultó la fabricación durante las siguientes décadas debido al racionamiento del metal y el acero.

Ante la falta de estos materiales surgió la porcelana como elemento para los fregaderos. Pero el gran punto de inflexión llegó en los años 60 cuando nacieron los fregaderos de acero inoxidable. Este material tiene dos principales ventajas: la resistencia a los impactos y que son más fáciles de limpiar. Dos aspectos fundamentales en su duración en el tiempo hasta nuestros días.

Actualmente, los fabricantes han optado por otro tipo de materiales más allá del clásico acero inoxidable. La cerámica, el cristal, el granito, el plástico o las fibras sintéticas son algunos de los elementos que podemos encontrar para las cocinas modernas. Una amplia variedad, que junto a la diversidad de colores, abre un amplio abanico de posibilidades para elegir.