El compositor aragonés Antón García Abril (Teruel, 1933), que en octubre va a recibir la Medalla de Oro de la Academia de Cine, fue uno de los protagonistas centrales de la última edición del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (Fimucité), que se celebró recientemente en Santa Cruz.

El maestro turolense, muy vinculado a la Orquesta Sinfónica de Tenerife, para la que compuso más de una veintena de obras, fue incluido en el festival por ser el autor de numerosas sintonías para el cine y la televisión españolas, entre las que destacan series tan populares como "El hombre y la tierra", "Anillos de oro", "Fortunata y Jacinta", "Brigada central" o "Segunda enseñanza"; además de para películas como "Los santos inocentes", "Gary Cooper que estás en los cielos", "El crimen de Cuenca" o "El espíritu de la colmena", filmes que algunos de ellos fueron proyectados en un ciclo organizado expresamente por la Filmoteca Canaria.

Lo primero que destacó García Abril del certamen de cine tinerfeño, en la entrevista que mantuvo con este periódico antes de su celebración, fue que le parece "un superlujo". La sensación que he tenido es que me parece que lo cuidan de forma exquisita. La parte musical contará con la Orquesta Sinfónica de Tenerife, a la que conozco muy bien a través de mis obras sinfónicas, ya que ha interpretado muchas. Es una grandísima orquesta y contar con ella como intérprete de las bandas sonoras de los compositores que se ofrecen en cada festival, me parece un lujo. El festival lo están haciendo de maravilla y por eso me convencieron para reorquestar los temas que me dijeron, porque se habían perdido las partituras. He tenido que rehacerlos y reorquestarlos con el guión que trabajo siempre. Ha sido un trabajo enorme rehacer todo lo mío que se va a reinterpretar en el festival de Tenerife", explicó.

El sello profesional que ha caracterizado a este hombre nacido para inventar música, "sería haber trabajado en la composición en los más diversos campos donde he podido expresarme como artista, músico y como ser humano".

La biografía de este amante de las partituras, uno de los principales exponentes del sinfonismo cinematográfico en España, abarca formas musicales como la ópera, obras para orquesta, cantatas, conciertos para violín, violonchelo, guitarra, flauta y piano y música de cámara, además de bandas sonoras para cine y televisión, cifradas en más de doscientas composiciones.

"He escrito muchas obras, pero no hay que olvidar que el cine ocupó un tiempo muy importante de mi vida musical, pero al mismo tiempo componía música sinfónica y después, desde que dejé de trabajar en el cine, hace unos años ya, me he dedicado en cuerpo y alma a escribir música que llamamos académica por decirlo de alguna forma".

Enseguida aclaró que no cambia el "chip" cuando va a componer música para cine, orquesta u ópera. "El chip de un compositor no varía en absoluto. Mi intención ha sido siempre dar lo mejor de mí en cualquier forma musical, o literaria o cinematográfica que yo he trabajado. Lo que cambia, y muy profundamente, ya no es la idea de componer música, sino el formato, aquella forma de música que estás trabajando, sea ópera, la de un filme, un cuarteto de cuerda o una cantata. Ahí si cambia el chip porque tienes que ceñirte a una técnica más rigurosa que te exige ese medio de comunicación".

En la misma línea precisó que "un compositor para ser comercial creo que tiene que expresar en cada momento lo mejor de sí para el medio o la obra que está escribiendo. Yo, cuando he escrito música para el cine, lo he hecho lo mejor que he podido en cada uno de los proyectos, sea de cine o televisión, y cuando he compuesto música sinfónica me he planteado la misma posición ética y estética".

García Abril hace ya tres décadas que no hace música para este medio, aunque antes tuvo la suerte y el privilegio de trabajar con directores como Pilar Miró, Armando Osorio, Mario Camus o Leon Klimovsky, entre otros muchos. Con algunos congenió de forma especial, con otros, no tanto.

"Los directores de cine. Hay de todo, como siempre ocurre en la vida. Hay directores con una gran sensibilidad musical que saben demandar, pedir, saben tratar con el compositor de aquello que le gustaría tener como partitura en la película. Saben expresarse con claridad porque son amantes de la música, y los hay menos. Con estos vas más en solitario a la hora de tomar decisiones sobre la partitura. Creo que un buen director de cine tiene tanto interés por los actores como puede tenerlo por la música, la fotografía o cualquiera de los elementos estéticos que forman parte de ese gran y múltiple conglomerado que es el cine".

Las posibles referencias previas o instrucciones que recibió de los directores a la hora de componer una banda sonora no son condicionantes para él. "Siempre he dicho que si se trata de pensar que la música aplicada al cine tiene alguna servidumbre, el compositor que sabe y conoce su técnica debe convertir esa servidumbre en grandeza y, por lo tanto, no es ninguna servidumbre. Es estar unificado con la imagen, con la dramaturgia de la película. O cuando haces una ópera, es muy parecido. La técnica en una ópera es, prácticamente, muy cercana al cine, porque de alguna manera estás viviendo situaciones de amor, de odio o de alegría, de tensión... En la ópera, el compositor las marca muy bien y en el cine todavía más. Por lo tanto, la técnica como compositor tiene que tenerla muy evolucionada y, por descontado, exigirle una gran flexibilidad a la hora de tratar temas cinematográficos, una gran versatilidad".

Este maestro de maestros, que siente un gran aprecio por la Sinfónica de Tenerife, a la que está vinculado desde hace muchas décadas, recuerda con especial cariño algunos directores de cine con los que trabajó, y con los que trabó una gran amistad.

"El primero con el que empecé a hacer una película fue un gran director de cine, Pedro Lazaga, por el que siento un gran cariño y admiración. Me sentí muy cerca de él. También tuve muy buena relación con Mario Camus, Antonio Isasi-Isasmendi, o Pilar Miró, y tantos y tantos otros como el director aragonés José María Forqué. Siempre la relación del compositor con el director es muy cercana".

Este reconocido creador, que obtuvo en dos ocasiones el Premio Nacional de Música, en 1956 y 1993, mencionó también de forma especial a Pilar Miró, con la que colaboró en películas como "El crimen de Cuenca" o "Gary Cooper que estás en los cielos".

"Son películas que yo he querido mucho por el afecto y por la musicalidad sinfónica que tenía Pilar Miró. Era una gran amante de la música de ópera y, en consecuencia, tenía muy buena sensibilidad para la música en el cine, como la tiene Mario Camus en "Los santos inocentes", en la definición de la música que queríamos hacer. Isasi-Isasmendi también era un defensor a ultranza de la música, y José María Forqué. Ha habido muchos, como otros que no tenían oído musical y se conformaban de alguna forma con lo que le servías. Pero cuando el director tenía sensibilidad musical, consideraba el resultado de la música como algo muy querido y preciado por él".

Con respecto a la situación de actual del cine español, "lo veo fantástico. Es un magnífico cine y, como siempre, dejado de la mano del público cinematográfico, que valora más siempre todo lo que viene de fuera. Salvo algunas películas que tienen un éxito deslumbrante, hablamos de cómo por el cine español no tiene el mismo aprecio que tiene por el cine foráneo. El bueno es muy bueno y el que no es bueno no lo era en aquella ni ahora. Creo que en España hay un cine muy bueno, buenos actores, directores y músicos".

En este sentido, comentó, por lo que le toca a su carrera, que las bandas sonoras también influyen en el "éxito o fracaso de las películas. Ahora hay muchos músicos importantes de música de cine, más que en la época mía que éramos poquísimos".

Este insigne compositor y músico, que también ha desarrollado una gran labor como docente, fue catedrático en el Real Conservatorio de Música de Madrid, se refirió a la necesidad de que la enseñanza de la música sea obligatoria en las escuelas. "Creo que la enseñanza de la música en la primera fase de la educación de un niño, sin ninguna duda, tiene que ser obligatoria, porque ayuda a desarrollar la sensibilidad, a resolver problemas de tipo intelectual, ayuda reflexionar y a ser. La música es un arte colectivo, es una de las bellas artes que ayudan a los jóvenes a desarrollarse, incluso en la Universidad".