De los 50 años que lleva ejerciendo como sacerdocio, cumplidos el pasado 23 de septiembre, Cristóbal Rafael Pérez Vega ha pasado cuatro décadas en Los Gladiolos, un enclave al que llegó cuando aún dominaban esta parte de la capital los cultivos de las fincas donde con posterioridad fueron floreciendo los bloques de edificios de un barrio del que dice "es mi única familia".

Llegó después de la mitad de siglo pasado a Tenerife de su Gran Canaria natal, impulsado por la esperanza de encontrar una mejor calidad de vida por su asma crónica. En esta Isla concluyó en el Seminario tres cursos en un año, con una nota de diez, lo que le valió para que el obispo, Domingo Pérez Cáceres, impulsara el resto de su carrera y que "con su mirada de cariño penetrante y de buen talante humano, me dejara su huella y me retuviera aquí, porque la Isla era él, que fue mi modelo sacerdotal".

Su formación académica es extensa como su vocación social, ya que es licenciado en Filosofía y diplomado en Sociología por la Universidad de Salamanca; licenciado en Teología por la Universidad Georgiana de Roma y doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Además de canónigo de la Catedral de La Laguna, ha sido profesor de Secundaria desde 1964.

Inquieto por naturaleza y desbordante en sus conocimientos, el padre Cristóbal encuentra en la escritura su mejor válvula de escape y lugar de encuentro con el hombre, hasta el punto de que recientemente ha presentado el tercer tomo de sus reflexiones más profundas, en el que bajo el título de "La rebelión sin venganza", ha trazado "un mapa humano de la Canarias profunda".

Su primera publicación hacía referencia al ser humano, desde el estudio de sus valores, su entorno, su cultura y conciencia de gratitud. En el segundo tomo, el padre Cristóbal Pérez describe bajo el título "La sociedad es camino acompañado", una visión en la que el hombre es un arquitecto de la sociedad, "pero siempre con los demás y descubriendo en ellos sus valores sin ningún atisbo de interés".

En toda su obra ha recurrido al leguaje poético, puesto que asegura que "toda persona es un poeta", ya que afirma que "no se construye la sociedad viendo solo lo negativo, sino exaltando lo positivo".

Ha escogido la poesía porque "es el leguaje de las pocas palabras y los muchos contenidos", y porque a través de ella "se expresa el sociólogo y no el cura".

En sus tres libros afirma que se pueden observar todos los aspectos de la sociedad actual, "mostrando un canto con todas sus llagas, pero sin herir y, por eso, la sociedad es siempre un camino acompañado y positivo".

En su tomo más reciente, señala que ve "a nuestra generación como a un tajinaste", pues dice que "de los hijos de las trincheras nacieron los hombres del cambio, por eso el título escogido, pues nuestros padres hicieron la guerra y nosotros el cambio desde una pirámide que va del analfabetismo a la cultura para todos y de la austeridad más grande al bienestar".

Ya tiene preparado un cuarto tomo, en el que reflejará a través de 67 relatos cortos los valores humanos.

Esperanza y crisis

Cristóbal Pérez está muy pegado a la realidad, pues según señala, "soy el cura de una barriada obrera", y observa que estos tiempos de crisis, "a pesar de ser muy dolorosos, también son una aventura que generaciones anteriores conocen y con matices más difíciles y con muchas más carencias, porque los chicos de hoy están mejor preparados y seguro que saldrán. Las dificultades son una etapa preciosa, porque nos invade el coraje y nadie hace el futuro sin él".

Es optimista ahora, "porque la sociedad es muy valiente y a cualquier estructura pobre se le hace frente", aunque lamenta que en Canarias "se está cayendo en una estructura victimista, pues en todos los ámbitos se habla de carencias, olvidando que nuestro pueblo, como el tajinaste, nace sobre el río de lava y provoca un jardín".

Cristóbal Pérez también ha sido sacerdote de El Pinar, en El Hierro; Playa Santiago y Alajeró, en La Gomera; El Paso y Adeje, pueblos de los que dice "no tengo con que pagarles", pues en ellos también ejerció como docente, "y llevo la miel en el corazón por donde he pasado y no me he desprendido de ninguno y, sinceramente, -afirma-, ya no sé dónde nací". Indicó que al vivir sin un núcleo familiar, "los pueblos han sido mi verdadera familia".

Al llegar a Los Gladiolos sin recursos, fue una junta parroquial impulsada por ciudadanos ilustres y muchas visitas a ministerios con los contactos adecuados, los que impulsó después de nueve años de trabajo y de sedes provisionales, un espacio común, a cuyo término, destacó el padre Cristóbal, "doña María de Frías, asumió incluso la deuda de unos 60 millones de pesetas que quedó pendiente tras hacer el templo".

Cumplió 40 años de sacerdote en la zona el mismo día en que celebró su primera misa, hace 50 años, pero hoy en día todo el mundo sabe que don Cristóbal es el cura de la barriada de Los Gladiolos.