1.- El sábado pasado fue para mí un día la mar de aciago. La jornada se remató con un resbalón en la ducha y un fuerte golpe en el dedo chico del pie, que me tiene cojo. Un mal síntoma, 23 días después de cumplir la edad fatídica. Toda la jornada, desde por la mañana, la pasé contrariado y de mala leche, esperando lo peor. Estaba nervioso y producto de los nervios sufrí una grave escatología (si es que la escatología se puede sufrir o tan sólo cometer, al narrar), que no voy a contar, porque no vale la pena. También me ocurría algo extraño: no calculaba bien las distancias y tropezaba con todo; giraba el pie y me daba contra una esquina; se me perdieron unas gafas, dejé plantado a un amigo con el que había quedado para entregarle una carretilla que me había prestado y anduve como un zombie la mayor parte del día hasta que, con la noche, me relajé y se aclararon algo mis ideas, pero sin demasiado entusiasmo. Cuando les conté a las personas más próximas mis andanzas y les mostré la brecha en el dedo, no entendían cómo me pude herir de esa forma en el interior de una cabina de ducha en la que no caben dos personas y menos con mi estructura corporal. Pues la herida está ahí, pero yo tampoco me lo explico.

2.- Achaco mis males a que el viernes me acosté muy tarde, cinco de la madrugada, viendo "Por un puñado de dólares"; y me tuve que levantar a las ocho y media porque había quedado, así que probablemente la descompensación fisiológica que sufrí fue debida a la falta de sueño, que es la conclusión más sencilla. Decía el profesor , aquel gran pediatra de la Facultad de Sevilla, que en la medicina hay que empezar a buscar lo más fácil antes de avanzar en otras incursiones en el cuerpo humano. Mi falta de sueño era lo más obvio del mundo. Pero no creo que la falta de sueño tenga nada que ver con la mala suerte, aunque desde luego sí con mi torpeza corporal.

3.- Fue un día de betadine y compeed para desinfectar y sellar la herida, porque como tengo a la experta en casa me dice que las heridas en los pies hay que protegerlas con más cuidado que en otras partes del cuerpo, por su proximidad a zonas muy contaminadas. Con todas esas contrariedades hube de tomar un avión para Madrid, bastante molesto y cabreado porque sentía dolor. Tengo que decir que soy muy sensible al dolor físico, no lo aguanto, así que cada vez que siento el más mínimo me endilgo un "Nolotil", que generalmente no me hace efecto. La jornada terminó sin más incidentes y espero que sin más consecuencias. A lo mejor todo esto es propio de la tercera edad, quién sabe, pero no quiero que se repita el sábado.

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