"Good news, no news"

(Las buenas noticias no son noticia)

PAPEL incierto del periodismo que solo se ocupa de lo que va mal. Previene Arcadi Espada del peligro de "que la satisfacción y lo positivo sean formas exclusivas de la ficción", un mensaje quizás, el optimista, reservado solo a la publicidad, apostilla; idílica existencia en los spots que proponen la vida feliz de gente guapa junto al mar, muy poco verosímil, por cierto. Porque la realidad es dura, tanto, al menos, como los titulares de todos los días, según parece. Debe de ser cierto que las malas noticias venden más. Pura teoría. En cualquier caso, la saturación informativa nos insensibiliza o nos transforma en objetores: ojos que no ven. La crónica económica machaca ya sobre hierro frío.

El equilibrio social y político necesita de los medios; tanta es su fuerza que el poder criminaliza la libertad de expresión y tal su capacidad de influencia que están obligados a actuar sin esquivar su responsabilidad. Porque una noticia siempre es algo más; cuánta pereza cuando el reportero no se sumerge en busca del porqué; siempre hay un porqué, ese que los pecadores jamás confesarán por miedo a la penitencia. Por eso en los pueblos chicos, grandes secretos, porque el pecador es borrachito conocido; da pena ponerlo en evidencia o da miedo que tire de la manta. Que lance la primera piedra aquel que nunca lloró por amor.

Enfrentar la responsabilidad, sí, porque el periodista dibuja un estado de ánimo pero no es ajeno a manipulaciones perversas: ¿por qué es noticia el vaivén errático de la bolsa -y su disparatada interpretación- y no se menciona la evolución del consumo energético, por ejemplo? La tabla del Ibex junto a los resultados de la Primitiva, ¿ganas o pierdes? Urge distinguir lo ficticio de lo real: que una empresa caiga en el mercado de valores no pone en riesgo puestos de trabajo ni condiciona sus ventas ni impide el reparto de dividendos. Y cuestionar la mayor: ¿cómo es eso de rescatar cajas de ahorros? Rescatarlas, ¿de quién?, ¿quiénes son sus acreedores? Si son insolventes, ¿por qué no presentan concurso? ¿Y qué pasa con sus administradores?, ¿por qué no se identifica a los presuntos insensatos y a sus cómplices? Tantas preguntas que buscan respuesta.

Y no solo informar, no es suficiente. No solo indagar, llegar al fondo y denunciar, sino también proponer, crear opinión, mostrar alternativas, generar visión de futuro, liderar la innovación social desde múltiples enfoques. No solo ofrecer el criterio aislado, sino provocar el debate abierto, sano y constructivo.

Imagino que las buenas noticias -cuando lleguen, que llegarán- no serán noticia y la situación económica tampoco. Para entonces estaremos en otra cosa.

www.pablozurita.es