"Los empleados de nuestro país continuarán su movilización en Grecia y en Europa para poner fin a la demolición de la sociedad". Esta era la consigna lanzada por uno de los sindicatos griegos para sacar a las masas otra vez a la calle. La nueva cita con la protesta era ayer. A la hora de escribir este comentario desconozco si la convocatoria ha contado con la misma afluencia, incluida la quema de algo, que las anteriores. Extremo del que a esta hora sin duda habrán dado buena cuenta los informativos de televisión, como siempre, si bien eso es lo de menos; lo interesante es saber qué es lo que quieren demoler en Grecia no solo la UE, sino incluso el propio Gobierno de ese país.

La verdad es que a poco que bucee uno en el asunto, el panorama que encuentra bajo las siempre turbulentas aguas de la supuesta injusticia es para echarse a temblar. Yendo al principio de todo, Grecia nunca debió entrar en la zona euro simplemente porque no reunía los requisitos. El gobierno heleno aportó datos falsos sobre su economía en aquel momento y ha seguido con el engaño desde entonces. Plantillas de funcionarios y empleados públicos infladas al máximo -hasta cinco personas para hacer el trabajo del que puede encargarse una sola-, sueldos desorbitados en relación con lo que se produce realmente, jubilaciones casi en plena juventud laboral -en muchísimos casos a los cincuenta años-, servicios públicos por los que apenas pagan los usuarios una décima parte de su coste... Para qué seguir.

Decía hace unos días José Luis Sampedro que acceder a créditos que luego resultaba imposible pagar no significa que algunos ciudadanos -en realidad, muchísimos ciudadanos- de Grecia, España, Portugal, Italia, Irlanda y algunos países más, incluido Estados Unidos si saltamos al otro lado del Atlántico -de esto no se salva nadie o casi nadie- hayan vivido por encima de sus posibilidades, habida cuenta de que si uno podía pedir esos préstamos y obtenerlos, en realidad estaba haciendo uso de lo que posibilitaba el sistema. Pues qué bien. Por esa vía, cuando mentimos no estamos obrando fuera de lo correcto, pues falsear la verdad es una posibilidad que siempre tenemos a mano en función, eso sí, de que nuestros interlocutores se dejen engañar. Y lo mismo vale argumentar, dando un paso a un límite no necesariamente lejano, sobre la posibilidad de darle una puñalada a quien nos apetezca con el cuchillo que cogimos en la cocina antes de salir de casa. Por favor...

El asunto griego tiene una base tan simple como numerosos son los habitantes de ese país acostumbrados a vivir del cuento mientras los bancos franceses y alemanes, que canalizaban el ahorro de trabajadores y empresarios galos y teutones bastante más aficionados al curro que ellos, les financiaban el chollo. Como ahora los paganinis han dicho basta, resulta que la perversa Europa se vuelve más perversa todavía al proponerse demoler una sociedad de zánganos. Y aquí los progres de pata coja llamando derechosos y matarifes a los que fotografían las cosas tal cual son. Maravilloso. Lo malo es que el caso griego también tiene su réplica en Canarias, pero de eso hablamos otro día.

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