Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Oviedo, participó la semana pasada en la 1ª Conferencia Atlántica de Biotecnología, celebrada en el Puerto de la Cruz, para disertar sobre la lucha contra el cáncer. Horas antes de su ponencia, el científico, Premio Nacional de Biología 2009 por el descubrimiento y caracterización de proteínas implicadas en el cáncer y envejecimiento, señaló que las cifras del cáncer crecerán, pero también habrá muchas más posibilidades de curación que ahora.

Su laboratorio ha explorado distintos aspectos de la biología del cáncer. ¿Por qué tantos casos de cáncer? ¿Qué está fallando: nuestras modernas condiciones de vida, el deterioro del medio ambiente, la alimentación…?

El cáncer nos ha acompañado desde nuestra existencia como especie. Es una enfermedad muy antigua, hasta los dinosaurios tuvieron tumores. Eso significa que es cierto que algo sucede para que nos dé la sensación de que hay ahora muchos más tumores malignos que en épocas incluso recientes. Se debe a varios aspectos: uno es que la población humana ahora tiene una mayor esperanza de vida y, por tanto, tenemos más posibilidades de acumular los daños en el genoma que generan el cáncer; además se está produciendo lo que llamamos interferencia biológica, que implica estar sometido a una serie de exposiciones a agentes genotóxicos que provocan mutaciones. Hemos cambiado un poco nuestra perspectiva de vida y durante muchos años y con muy poco control se han formado indiscriminadamente. Además, los individuos se han sometido a una alimentación que no es adecuada. Pero a esto hay que añadir que los tumores se diagnostican mejor y a una etapa mucho más temprana. Todo esto suma y hace que parezca que el cáncer es una enfermedad que parece una epidemia. Creo que las cifras del cáncer, en cuanto a la susceptibilidad que tenemos, van a seguir creciendo y se calcula que dentro de unos años, una de cada tres personas padecerá algún tipo de tumor, pero, afortunadamente, la ciencia irá progresando y, en algunos casos, de manera extraordinaria. Esto hará que, pese a que haya muchos tumores y se sigan diagnosticando, también habrá muchas más oportunidades de curar muchos más tumores de los que se curan ahora.

Acaba de salir un prototipo de vacuna contra el virus del sida que ha conseguido obtener una respuesta inmune en el 90% de las personas sanas a las que se les ha inoculado. ¿Es posible una vacuna contra el cáncer?

En algunos casos ya hay vacunas antitumorales de varios tipos como, por ejemplo, vacunas frente a los virus que generan tumores malignos. Hay algunos otros intentos de vacunas dirigidas a potenciar el sistema inmune antitumoral y todo esto son éxitos; de todas formas, me gustaría señalar que no hay un solo tipo de cáncer. El cáncer se define así, pero en realidad agrupa más de 200 enfermedades distintas y, por tanto, no creo que sea posible encontrar una vacuna mágica que sirva para curar todos los tipos de tumores o para prevenirlos. Tampoco habrá un tratamiento único para todos los tumores; de hecho, la ciencia está progresando justo en un camino que yo diría casi contrario y es dirigirse hacia terapias individualizadas para cada tipo de tumor y, más aún, para cada paciente, para cada tipo de tumor concreto.

Usted ha diseñado un tratamiento capaz de aumentar en un 80% la longevidad en ratones con progeria -envejecimiento prematuro y brusco-, ¿se ha aplicado ya a seres humanos y qué resultados han obtenido?

Sí. Se ha aplicado un ensayo clínico en todo el mundo y que, en nuestro caso, está dirigido por el doctor Nicolás Levy en Francia. Todavía es pronto para decir cuál es el resultado, pero todos los indicadores internos que tenemos del ensayo clínico indican que está funcionando y que va a servir para extender la longevidad de los pacientes con la forma de progeria más dramática, la denominada Hutchinson-Gilford, en la que concentramos los esfuerzos, nosotros y muchos otros investigadores del mundo. Para otros tipos de progeria este tratamiento no sirve.

En virtud de la investigación sobre el genoma, ¿se pueden hoy en día evitar algunas enfermedades hereditarias?

Sí, por supuesto. Se puede hacer un diagnóstico prenatal, se pueden diagnosticar los portadores. Todavía, sorprendentemente, hay más de dos mil enfermedades genéticas de las que no conocemos la causa y esto como científico me abruma, pero también como miembro de la sociedad me duele que todavía seamos tan ignorantes en tantos campos. Probablemente porque estas enfermedades afectan a pocas personas y no reciben la atención que suscitan otras como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares, que afectan a millones de personas, pero, como siempre digo, las enfermedades raras merecen tanta atención como las que son muy frecuentes porque son raras para la sociedad en su conjunto, pero no para los pacientes y sus familias porque son enfermedades que les cambian la vida.

¿Somos víctimas de nuestros genes o influye el estilo de vida?

Esta dicotomía entre genoma y ambiente está siendo superada recientemente. Son dos términos que forman parte de la misma ecuación. Venimos al mundo orientados por la brújula que marcan los genes heredados de nuestros padres, pero, además, estamos en continuo diálogo con el ambiente y ése es un diálogo molecular que hace que suframos cambios, alteraciones, mutaciones, pero también variaciones en la manera en la que se expresa la información genética que portamos al nacer. Esto, que se llama epigenética, suma información a la genética; sirve para que hoy no consideremos el genoma como algo que es definitivo y totalmente rígido, sino que es una entidad plástica, dinámica y sometida a numerosos cambios a lo largo de la vida.