La diferencia de la calidad individual entre el Tenerife y el Vecindario es de tres goles o más. Este resultado de ayer es el reflejo, al fin y al cabo, de las distancias que hay entre uno y otro presupuestos. Por eso no conviene sacar conclusiones consistentes del partido que nos devolvió a determinadas sensaciones ya olvidadas: por ejemplo, aunque parezca banal, ver a los equipos saltar al campo por separado... En lo serio, con respecto al Tenerife, ya hay sensaciones, y son muy alentadoras. A la afición también le gustó este Tenerife, al que despidió en pie. Fueron más de ocho mil, buena cantidad, aunque después de lo visto parece que la parroquia irá creciendo. Y pronto.

No le fue sencillo al equipo de Calderón establecer diferencias en el marcador. Incluso llegó al descanso empatado y sin disparar ni una sola vez con claridad sobre la meta de Santi Hidalgo, cuyas dudas en algunas jugadas fueron la única fuente de peligro para los locales. El Tenerife del primer tiempo fue, sobre todo, un equipo previsible. Tuvo siempre el control de la situación, no sufrió casi nada a la espalda de su defensa, pero encontró serias dificultades para desbordar y poner en ventaja a sus dos puntas. Tal vez la explicación a este desempeño tan plano haya que buscarla en la idea de juego que parece haber programado Calderón, al menos cuando tenga a Kiko en el campo. Una idea que tiene sus ventajas, pero también ofrece antídotos para los rivales que quieran cerrarle espacios. Los blanquiazules no sacan la pelota jugada desde el fondo. Sus centrales desplazan a banda, con la finalidad de que Ferrán Tacón o Víctor Bravo, ambos dotados de muy buena técnica, saquen centros hacia la zona de Kiko Ratón en busca de un primer remate de éste o bien de una segunda jugada, producto de sus disputas. Cada vez que el portuense peleaba el balón arriba, aparecía por detrás Perona buscando aprovechar el posible rechace. La acción se repitió una y otra vez en la primera mitad. Esa apuesta desecha la posibilidad de tener un enganche por el medio, y así no hay continuidad en la posesión de la pelota. Los dos medio centros casi nunca juegan de cara a la meta rival (Abel estuvo hecho un coloso y Marcos es un valor seguro), los dos se afanan en quitar la pelota al contrario y entregar fácil a los costados o a hacer apoyos hacia atrás con el fin de volver a empezar. Con este desarrollo, la primera mitad fue anodina. El Vecindario, que empezó nervioso, como impresionado, fue soltándose, ajustó bien en el fondo de su zaga y sobrevivió hasta el intermedio con la sensación creciente de que podía incluso resistir con el empate.

El gol abrió camino.- Pero a un equipo de calidad, como este Tenerife, siempre le quedan recursos. El talento individual suele aparecer tarde o temprano. Tras el descanso, casi sin tiempo de que los grancanarios volvieran a asentarse, entró Perona por un costado y generó un bello gol en el palo contrario. Su centro y el golpeo de Bravo en el remate son la expresión del talento de este equipo que, cuando consigue atacar a campo abierto, con el tanteador a favor, es un espectáculo de destreza.

La segunda parte fue, desde ese 1-0, una demostración de las cualidades potenciales, en especial de los tres que acompañan en ataque a Kiko. Los media punta empezaron a moverse, a modificar posiciones, a sacar a los defensores de su cómoda situación del primer tiempo, y se dieron un festín. Más incluso cuando entró Nico, que seguramente sería titular en cualquier otro equipo de la categoría.

En fin, Víctor Bravo puso en pie a la grada con el regate del segundo gol, una jugada de fútbol sala; Perona se adueñó de todo el frente de ataque y Nico, que entró media hora, terminó por desarbolar a un rival ya caído, que pudo encajar dos o tres goles más y que solo disparó con cierto peligro cuando Ruymán puso a prueba a Sergio, ya con 2-0 y la sensación de que todo estaba decantado.

A la contra se luce.- Calderón quitó a un tocado Abel, que ya ha presentado sus credenciales, aunque la llegada de Kitoko va a pesar más que su brillante demostración de ayer, en una primera parte que es un culto a la eficacia. Zazo no desmereció como tampoco lo hizo Germán, que entró por Kiko y firmó una gran jugada de coraje, técnica y temple que no encontró continuidad en el remate.

El Tenerife, a campo descubierto, es otra cosa, tiene velocidad, regate, la potencia de Kiko cuando se abre un poco a recibir con ventaja (casi marca con un remate que rozó el palo en el 76''), habilidad y mucha predisposición para pedir la pelota. Además, pareció que los goles alimentaban el ánimo colectivo, porque el equipo cerró bien, trabajó mucho en la recuperación y demostró una solidaridad interesante, incluso cuando se despidió de su público, bajo una larga ovación, como un grupo unido.

La gente se fue contenta, ilusionada, porque encontró un equipo que gusta, pero hay que convertir la lectura de esta buena tarde en relativa. Enfrente estaba el Vecindario, un equipo bien trabajado pero bastante menor y conviene no olvidar esa otra versión del equipo, esa primera parte plana y previsible, que es una asignatura pendiente.