EN LA SANTACRUCERA y olvidada plaza de San Telmo, junto a la mar salada y la iglesia matriz, allá por los años cuarenta, tenía el maestro zapatero su taller. Mi padre y su amigo Pepe Mesa encargaron un único par de botas de fútbol. Mi padre es zurdo y Pepe era diestro: bota de cuero para el pie bueno y lona para el malo.

Santa Cruz entonces era otra cosa. Ellos vivieron los años de postguerra, de la emigración a Cuba y Venezuela, de las cartillas de racionamiento, de la escasez. Viajar al sur de la isla, por ejemplo, era una aventura de muchas horas; la autopista, un sueño, y el turismo, una idea que todavía tardaría varias décadas en cuajar.

Esto fue no hace tanto, antes de ayer. De hecho, a don Víctor lo ve uno a todas horas de caminata chicharrera como una puncha. Sus contemporáneos forjaron lo que es la Canarias de hoy, su configuración política y los grandes proyectos que nos sacaron de la miseria. Mentalidad enfocada al desarrollo a cualquier precio con toda lógica.

Y llegó la prosperidad a este oasis atlántico. Con el turismo encontramos nuestro lugar, multiplicamos la población con quienes descubrieron (descubren) aquí su El Dorado. Se planificó a lo grande: un segundo aeropuerto, polígonos industriales, auditorios, un segundo y un tercer puerto comercial, hospitales comarcales, trenes, urbanizaciones, un circuito de fórmula uno, nuevas ciudades. Renunciamos a nuestra flamante ley de puertos francos a cambio del plato de lentejas del REF y vendimos nuestra alma agrícola a las subvenciones de Europa.

Mas el desarrollo da mucho vértigo y asusta a quienes no vivimos la estrechez. Y surgieron los conflictos: los unos posicionados en un "no" a todo y los otros empeñados en seguir con la estrategia del desarrollo a toda costa (todavía hoy). Hubo que diseñar nuevos mecanismos legales: la declaración de espacios naturales delimitó dónde, la Agencia de Protección persigue al que incumple, los planes insulares de ordenación ofrecen la visión del conjunto. En la batalla para alcanzar el equilibrio pagamos un alto precio. Y debemos felicitarnos por el éxito.

Solo al 0,3% de la población en Canarias le preocupa el medio ambiente. Ahora nos inquietan otras cosas. Lo que era importante en los noventa ya está superado. Ahora hay que pensar el futuro de otra manera y entender el desarrollo como lo que es, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para conseguir preservar el estado del bienestar en el que nos hemos acostumbrado a vivir. Toca abrir la mano con inteligencia e imaginación.

www.pablozurita.es