Siete empleados de la ONU y cuatro civiles murieron ayer durante el asalto de una turba sobre la sede del organismo en la ciudad afgana de Mazar-i-Sharif, en protesta contra la quema de un ejemplar del Corán, el 20 de marzo, en una iglesia estadounidense.

Tras la oración del viernes, varios miles de personas se concentraron frente a la sede que la misión de la ONU en el país (Unama) tiene en la ciudad, y tras lanzar proclamas comenzaron a apedrear las instalaciones. Algunos de los manifestantes terminaron por arrebatar las armas a los guardas de seguridad del recinto, comenzaron a disparar y, tras irrumpir en el edificio, prendieron fuego a las instalaciones, señaló un portavoz policial.

El canal televisivo Tolo emitió un vídeo de los hechos, en el que puede apreciarse cómo los manifestantes agitan vallas protectoras y derriban una torreta antes de prender fuego al lugar y contemplarlo a distancia, mientras unos pocos policías miran y disparan al aire.

"Confirmamos que hay miembros del personal de la Unama entre los muertos. La situación todavía es confusa", afirmó en un comunicado un portavoz de la organización en el país, Dan McNorton.

Confusión inicial

Al principio, fuentes oficiales afirmaron que los muertos de la Unama eran ocho, pero más tarde el portavoz afgano de Interior, Zemaray Bashari, dijo que murieron siete empleados y cuatro manifestantes, y que 24 civiles más sufrieron heridas.

Según fuentes policiales, los empleados del organismo internacional fallecidos son cuatro nepalíes que se encargaban de la seguridad, así como un rumano, un noruego y un sueco, mientras que el jefe de la misión en la ciudad resultó herido, pero sobrevivió.

Entre los empleados fallecidos hay una mujer, de acuerdo con funcionarios locales citados por el canal Tolo. Las fuerzas de seguridad afganas se han hecho con el control de la zona y han abierto una investigación sobre los hechos que se ha saldado con la detención de al menos cuatro manifestantes.

Tanto la jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Catherine Ashton, como el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, condenaron el ataque. El portavoz de Ashton, Michael Mann, indicó que "este es otro ejemplo desafortunado de cómo la ignorancia, la intolerancia y una agresión sin sentido pueden convertir en víctimas a personas inocentes, cuyo único propósito era ayudar a Afganistán".