Las autoridades de Estados Unidos han aumentado la supervisión en producción de lácteos de todo el país después de hallar bajos niveles de radiación de la siniestrada central japonesa de Fukushima en una muestra de leche tomada en Spokane (Washington).

El Departamento de Salud Pública de California también ha confirmado el hallazgo de rastros de radiación en la leche de la localidad de San Luis Obispo, informaron hoy medios locales.

La Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés) aseguró que los niveles del componente radiactivo yodo 131 detectados son 5.000 veces inferiores al punto que la Oficina de Alimentos y Medicamentos (FDA) considera peligroso para la salud.

"Este tipo de hallazgos son de esperar en los próximos días y son considerablemente inferiores a los niveles de preocupación pública, incluso para niños y bebés", dijo la EPA en un comunicado.

La agencia recordó que el yodo 131 tiene una vida media de aproximadamente ocho días, por lo que se espera que el nivel detectado en la leche y los productos lácteos "disminuya relativamente rápidamente".

La radiactividad se detectó en la leche del estado de Washington (noroeste) el 25 de marzo, mientras que en California se encontró tres días después.

A raíz de ese hallazgo, la EPA reforzará su programa RADNET, basado en la supervisión radiológica de la leche, y suma este producto al agua corriente y la almacenada de la lluvia, entre otros canales que requieren especial vigilancia por su exposición a la contaminación de Japón.

El lunes, la agencia informó de que la lluvia que cae en estados del noreste del país, como Massachusetts, Pensilvania o Virginia, transporta pequeñas cantidades de radiación, aunque descartó que supusiera riesgo alguno para la salud pública.

Además, se han detectado muestras de yodo radiactivo en muestras del terreno de California, Hawai, Washington, Colorado y Oregón.

Según la EPA, sin embargo, los estadounidenses están expuestos diariamente a niveles de radiación procedentes del sol o las piedras más de 100.000 veces superiores a los que han llegado desde Fukushima, y también reciben una exposición mucho más alta cuando toman un vuelo internacional.