El aspirante a suceder a Eduardo Doménech como rector de la Universidad de La Laguna ejerce la docencia y la investigación en un centro tradicionalmente combativo y de clara vocación social: la Facultad de Educación. Javier Marrero (Santa Cruz de Tenerife, 1952) plantea una Universidad "más real", apuesta por incrementar la participación y propone una "reconducción" del proceso de convergencia con el espacio universitario europeo.

¿Cómo le convencieron, o se convenció, para presentar su candidatura a rector?

Hay tres motivos básicos. El primero es que el grupo Programa me pide unánimemente que reconsidere o considere la posibilidad de presentarme. El segundo es que me parecía increíble que se celebrasen elecciones con una única candidatura. Me constaba que había voces que demandaban claramente la necesidad de, al menos, una alternativa que fuese capaz de hablar de otra forma de la Universidad y de plantearse otras cosas. El tercero es que recibí el respaldo de mi familia y de mi gente más cercana.

Dice que no se presenta contra nadie, sino a favor de una idea de la Universidad. ¿Cuál es?

Una idea de universidad más real, más pegada a las posibilidades, menos ilusionista y más ilusionada, menos de cartón piedra y más de compromiso de adentro hacia fuera. Lo he dicho y voy a seguir haciéndolo: la excelencia se construye de adentro hacia afuera, y yo primero quiero ser excelente con mis alumnos en el aula y, como consecuencia de eso, viviré en un contexto en el que sé que el colega que tengo al lado, que el investigador que está en su trabajo, que el alumno que hace sus prácticas, lo están haciendo muy bien, y entonces yo me consideraré excelente, no porque arriba haya un cartel que diga que lo somos.

También ha dicho que hay ideas y valores que se han descuidado en los últimos años.

Claramente los vinculados a la gobernanza. Una queja que está en los pasillos es que el estilo de gobierno ha resultado frío, distante y ha acabado olvidándose de las necesidades, prioridades y hasta de los sentimientos de la gente.

¿Ha sido demasiado acrítico el actual equipo de gobierno al desarrollar el Plan Bolonia?

Echamos en falta una mayor clarificación de los procesos y los procedimientos con los que se está implantando Bolonia. Hemos dado muchos pasos en falso, hemos tenido que rectificar demasiadas veces, que tomar decisiones muy gordas sin tiempo ni espacio para la reflexión. Sobre todo, falta definir cuál es el rumbo de Bolonia en la ULL. No me cabe duda de que la gente que está en el equipo de gobierno tiene una idea de por dónde y hacia dónde van las cosas, pero no la ha trasladado a la gente. No hay ninguna directriz.

Bolonia implica también un cambio metodológico, para lo que son necesarios recursos económicos. ¿La crisis debía haber obligado a ralentizar el proceso?

Es difícil con una política dictada por una agenda que no ha sido elaborada por las universidades. La desgracia de Bolonia es que es una política que se piensa en los 90, en plena euforia neoliberal, y se implanta en plena crisis económica. Eso ha destrozado todos los supuestos de partida. Bolonia nos ha arrasado. Muchas universidades se han subido a ese tren sin saber a dónde iba. Nos hemos precipitado. Hemos empezado a andar sin tener las cosas suficientemente preparadas, porque cuando íbamos a empezar a hacerlo entramos en crisis. Entiendo que hay problemas estructurales que han impedido que Bolonia se implantara como debía. Pero luego hemos seguido haciéndolo y cometiendo errores que se podían haber evitado.

Ha hablado de plantear una reconducción de Bolonia ante la Conferencia de Rectores.

Muchos rectores estarían dispuestos a asumir una agenda distinta del plan, más sosegada, que permita hacer las cosas al ritmo de nuestras instituciones. Ya sabemos lo que dan de sí los primeros pasos de Bolonia, que son tambaleantes. Por eso estamos a tiempo de corregir la trayectoria, y eso puede suponer entrar intensificar la formación metodológica del profesorado, implantar las titulaciones de manera más gradual...

¿Hay un déficit democrático en la ULL?

Hay un nivel de funcionamiento instituido, que está razonablemente encauzado. Pero hay algo que no acabamos de asumir suficientemente, y es que la democracia debe construirse desde abajo. Cuando el político se ensimisma y solo oye los pajaritos que tiene al lado, mal asunto. Ha habido un cierto ensimismamiento en las políticas del grupo de gobierno. No puede ser que en una institución democrática no se escuche a la gente, en el día a día. Muchas quejas de los decanos o de los alumnos han sido desatendidas porque no se los escucha.

¿Debió el equipo de gobierno respetar el rechazo del Claustro al nuevo calendario académico, que fue aprobado luego en Consejo de Gobierno?

Si los órganos de gobierno toman una decisión están para algo, si se les consulta están para algo. El adelanto del calendario es una decisión muy gruesa y la decisión del Claustro debió ser respetada. Es verdad que era una decisión muy difícil porque nos llevaba a caminar contracorriente de la agenda de implantación de Bolonia, pero lo cierto es que el adelanto del calendario nos ha descolocado de las pruebas de PAU y de las agendas del resto del sistema educativo. ¿Y qué hemos conseguido? ¿Tanta prisa para qué? Tal vez hubiera sido más razonable hacerle caso al Claustro y posponer esa medida, aunque generase algunos inconvenientes.

Los dos candidatos han reclamado una mayor estabilidad en la financiación de la ULL.

La experiencia de una ley o un plan de financiación plurianual más estable fue exitosa para la Universidad. Permitió a partir del año 1995 un horizonte de crecimiento de las universidades y un proceso de implantación de titulaciones racionalizado, y eso ayudó mucho en aquel momento. Con otro formato u otra denominación, la idea es la misma. El pálpito de estar cada año con el contrato programa, viendo si se cumple, desgasta tanto a los gobiernos de las universidades como al propio Gobierno canario. Comprendo que la Comunidad Autónoma tiene problemas en cuanto a financiación y presupuestos derivados de los presupuestos generales del Estado y que puede haber frustraciones en algunos aspectos. Pero una cosa es eso y otra que no tengamos horizonte ninguno y que no sepamos lo que va a pasar el próximo año.

¿Hay que ser más contundentes al exigir al Gobierno y denunciar sus incumplimientos?

Hay que ser comprensivos y leales, conscientes de que los tiempos no están para alegrías, pero también corresponsables y firmes. Creo que sí se puede establecer un marco de financiación razonablemente estable.

¿Por dónde empezaría las actuaciones en infraestructuras?

Hay dos niveles. Por un lado, infraestructuras de bajo coste que no se pueden financiar con los presupuestos de investigación. Eso ayudaría mucho a mejorar las condiciones de los grupos de investigación. Luego están las infraestructuras más asociadas al desempeño de la docencia, las facultades y centros, que requieren ese día a día que todo el mundo ve: paredes cayéndose, humedades, mobiliario inutilizado, señales de wifi que no llegan... No todo se va a poder afrontar, pero las prioridades de Bellas Artes y Educación son claras, así como la rehabilitación del edificio central.