1.- Publicó el miércoles este periódico que cinco cachorros fueron abandonados dentro de un contenedor de vidrio y uno de ellos murió, a consecuencia de las heridas sufridas. Ocurrió en Arona, pero la hazaña no la mejoraría ni el mismo , rey de los hunos. La Policía Local y los bomberos rescataron a los perrillos, que fueron reconocidos y curados por un veterinario del término. Uno de ellos murió en la consulta. Que uno tenga que narrar un suceso de estas características en 2011 hace pensar que estamos, en ciertos aspectos, en la Edad de Piedra. El progreso de un pueblo se mide, esencialmente, por el amor que sus habitantes profesan a los animales. Los animales, en este caso, eran los de fuera; los de dentro del contenedor eran cuatro seres indefensos, ansiosos de cariño, que no habían hecho mal a nadie. Seguramente meneaban el rabo, contentos y despreocupados, cuando aquellos vándalos los agarraron para hacerlos sufrir. Y fíjense si la mente humana es ruin, cruel, despiadada, que los tiraron donde más daño les podían hacer: a un contenedor de vidrio, muy probablemente disfrutando porque los animalillos murieran desangrados. Qué terrible, qué trágico, qué brutal. Qué sensación de que habitan entre nosotros seres irracionales, incapaces de generar y de ofrecer ternura.

2.- Algunas veces me he tenido que enfrentar a muertes de animales. Todas ellas han quedado grabadas en mi mente. Hace muchos años atropellé a un perrillo en la autopista. Casi no había tráfico en esa época, y menos de noche. Se metió debajo de mi coche, sentí el golpe y me detuve. No vi nada. Miré por todas partes. Nada. De pronto, en la cuneta, entre la maleza, divisé dos ojillos que me miraban fijamente. El animal tiritaba; apenas tenía un pequeño corte en la cara. Lo metí en el coche y me lo llevé a mi casa. Murió diez años después, plácidamente, acostado en su camita. Estuvo diez años conmigo, fue un compañero excelente. Me alegró la vida durante ese tiempo.

3.- Lamenté mucho que mi primera "O´Hara", una westin cariñosa y juguetona, muriera, por mi culpa involuntaria, tras sufrir un shock de calor. Prefiero no contarlo, pero esa muerte me llenó de rabia y de pena. Mis perros han significado, y significan, mucho para mí. Por eso cuando leo noticias como la que les he contado no puedo más que desear que se busque y se detenga a los responsables, tan crueles, del sacrificio de unos seres inocentes que lo único que están deseando es que los acaricien y que los mimen, porque ellos dan todo por sus dueños. A ver si de una vez nos convertimos en un pueblo sensato.