Hace unos días que se ha celebrado un significativo juicio en el tribunal de Ain Sba de Casablanca. Los denominados activistas saharauis se sentaron en el banquillo por haber hecho un ofensivo viaje. Conocidos como "el grupo de los 7", tres de ellos siguen todavía en la cárcel de Salé, junto a Rabat, Ali Salem Tamek, Brahim Dahane y Ahmed Naciri. Los otros tres, entre los que hay una chica, están en libertad condicional.

Parece ser que, con la presencia de letrados llegados como observadores desde otros países, canarios entre ellos, las acusaciones iniciales fueron rebajadas por sorpresa y uno de los casos incluso transferido a la Justicia ordinaria. Algo de mano izquierda se vio porque su delito no había sido otro que viajar en 2009 a Tinduf, en Argelia -hay que decir que otros grupos han realizado el mismo desplazamiento en los últimos meses, pero no han sido todavía acusados-, y lógicamente ser recibidos por el Frente Polisario, lo que Marruecos consideró un acto de alta traición que debía ser juzgado por un tribunal militar.

El caso levantó ampollas y muchas organizaciones internacionales se movilizaron. Amnistía Internacional pidió que queden en libertad "inmediatamente y sin condiciones", porque lo único que hicieron es "ejercer pacíficamente su derecho a la libre expresión". "Es simplemente inaceptable que las autoridades marroquíes estén juzgando a estas siete personas", añadió el responsable para el norte de África de la ONG, Malcom Smart.

El inconcebible juicio coincidió con la llegada al vecino reino del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, que fue recibido por el rey Mohamed VI. Se supone que hablaron del Sahara y de intentar buscar una fórmula para aplicar a este conflicto que todo el planeta sabe que el tiempo no va a solucionar por sí solo. Al contrario.

Tras el secretario general de la ONU llegó a la región su enviado especial para el Sahara, el norteamericano Christopher Ross, que con sus contactos en Marruecos, Argelia, los campamentos de Tinduf y Mauritania, trató de que las autoridades marroquíes y las del Frente Polisario retomaran sus contactos frente a frente.

Lo consiguió, el Frente Polisario y Marruecos celebrarán una nueva "reunión informal" entre los próximos 3 y 5 de noviembre en Nueva York, según el coordinador saharaui de la Misión de Naciones Unidas para el Sahara Occidental (MINURSO), Mohamed Jadad.

A ver si tienen un poquito de cabeza, quizás ambas partes, y son capaces de organizar un proceso que evite tanto sufrimiento e irracionalidad, porque en estos tiempos que corren, con Argelia, Mauritania y Marruecos implicados hasta el cogote, el conflicto larvado sólo conduce a un futuro desastre a todas las partes.

¡Hay que negociar! Seguro que existen caminos posibles, porque además todo está sucediendo cuando miles de personas protestan en el interior por la situación acampando en jaímas en las afueras de algunas ciudades ocupadas como El Aium, Esmara o Bojador. Está sucediendo cuando el ejército marroquí y la Gendarmería Real mantienen cercados los campamentos. Cuando los helicópteros y avionetas militares sobrevuelan coercitivamente la zona.

Los saharauis informaron de que 17 familias más habían emulado a los manifestantes de El Aaiún, Esmara o Bojador y habían levantado otro campamento de protesta a unos 10 kilómetros de Dajla, la segunda ciudad del Sáhara Occidental, para demandar el derecho a la autodeterminación y a la independencia. Según cuentan, la violenta intervención" de las autoridades marroquíes habría impedido la protesta pacífica.

Cuentan que al llegar la noche los helicópteros, con las luces apagadas, se acercan mucho y parece que fueran a tocar tierra. El ruido que producen aterroriza a la gente. Grupos de colonos marroquíes y fuerzas de asistencia, a los que el ejército permite la entrada, se dedican a hostigar, a boicotear las jaimas y asustar a los acampados protagonizando escándalos con gritos y amenazas, que el equipo de saharauis encargado de la seguridad intenta controlar.

Cuentan que policías marroquíes vestidos de paisano, sin identificarse cuando se les pregunta, merodean por los campamentos con cámaras de vídeo grabando. Que camiones del ejército y patrullas de la gendarmería controlan los accesos y evitan así que alguien pueda introducir víveres y agua.

Si no hay nada que hablar habrá que protestar.

Cuentan y cuentan, ambas partes, pero ¿no se dan cuenta de que si no se encara el problema no se sale del pozo en el desierto?