Un cara a cara con el autor de "La verdad sobre el caso Savolta" siempre acaba con profundas reflexiones en torno al mundo de la literatura. Eduardo Mendoza (1943) acaba de recibir el Premio Planeta por su obra "Riña de Gatos: Madrid 1936"; una historia de intriga que discurre en las semanas previas al estallido de la Guerra Civil española. "Esta novela no va a cambiar mi pensamiento sobre la guerra civil", aseguró el escritor barcelonés, que no quiso perder la oportunidad para denunciar que "hoy la gente no lee, pero todo el mundo escribe un libro".

"He escrito una novela de las que me gusta escribir y de las que me gusta leer -dijo a propósito de la obra ganadora-. La intriga se desarrolla en las semanas anteriores a la guerra civil en un Madrid histórico. Allí ocurre algo que nadie sabe lo que es, pero que tiene que pasar. Uno de los personajes es un joven inglés experto en arte que viaja a España a resolver un encargo y se encuentra con un personaje determinante. Me gustaría que los lectores descubrieran quién es esta persona conforme van dejando atrás las páginas. Ya no cuento más... Es muy difícil mantener la inocencia del espectador durante mucho tiempo".

¿Por qué se ha decidido a "viajar" a Madrid después de construir gran parte de su universo literario en Barcelona?

El eje de la historia que me interesaba contar se estaba cociendo en Madrid. Es verdad que he escrito muchas veces de Barcelona, pero en este caso me lo he pasado igual de bien en un viaje a Madrid en el tiempo y el espacio. Además, no es difícil interesarse por el Madrid de 1936. En España aún existe una enorme curiosidad por contar historias de aquella guerra. Cuanto más nos alejamos de aquel conflicto, más insólito nos resulta analizar y, en mi caso escribir, sobre un suceso que ha dejado muchas heridas abiertas. Esta novela no va a cambiar mi pensamiento sobre la Guerra Civil.

¿En qué ha cambiado su narrativa con respecto a sus inicios?

No lo sé... Quiero pensar que sigo siendo el mismo y que intento avanzar, aunque en ocasiones tenga dudas sobre el lugar en el que me encuentro. Nunca he empezado un proyecto literario sin tener conciencia de hacia dónde iba o con resultado incierto en el que me encuentro sin guía, sin mapa y sin GPS (sonríe).

¿Qué aspectos destacaría de "Riña de gatos: Madrid 1936"?

Es una obra con un trasfondo político, pero no con un mensaje político. Me he esforzado muchísimo a la hora de documentar los hechos, pero creo que he conseguido que no se note mi obsesión por tener el máximo de información. En el libro existe un componente de humor porque es lo que tengo en los genes y no puedo evitarlo. He procurado plantear dilemas morales al lector para que sea él quien analice lo que está pasando y cuál sería su respuesta ante una situación muy concreta.

A esta novela no hay que mirarla con una distancia cruel porque aun en las circunstancias más trágicas hay un componente divertido. Lo importante no es saber quién mató al bibliotecario, sino disfrutar con una historia de alianzas subterráneas. No es una obra de misterio, pero sí de espionaje y eso es algo con lo que yo disfruto muchísimo.

¿Y qué tiene que ver Acteón en todo esto?

El protagonista es un inglés especialista en arte que entra en contacto con una obra de Tiziano, concretamente con "La muerte de Acteón". A lo largo de la novela se convierte en una metáfora, pero no es algo esencial. Cito muchos cuadros y sería muy bueno que el lector pudiera buscar esas obras en internet o en los libros de arte mientras sigue la novela porque es un ejercicio magnífico de imaginación.

¿Pero es Tiziano o Velázquez?

No, no, no... El joven viene a España a ejercer su profesión de experto en arte y se encuentra con cosas. Realiza una mala elección y el asunto se va complicando, pero no puedo contar el libro...

¿Resulta curioso que ahora se estén escribiendo muchos libros relacionados con el arte?

Me he sumado a la moda (ríe). Esta cuestión responde a una serie de necesidades relacionadas con los gustos del lector. Los escritores estamos dejando atrás las sectas milenarias y los caballeros de Malta para entrar en el museo del Prado. No soy un experto en arte, pero sí un gran aficionado a la pintura. Además, conforme pasan los años se gana en conocimiento y es un placer disfrutar de tesoros como los que alberga El Prado.

Antes habló del placer de la lectura. ¿Se está perdiendo la afición a los libros?

¡Por favor! Hay que leer más y seguir una dieta literaria sólida; leer a los clásicos y obras actuales; libros grandes y pequeños, buenos y malos, tristes y divertidos. Hoy la gente no lee, pero todo el mundo escribe un libro.

¿Cómo ha acabado siendo seducido por el Premio Planeta?

Hace muchos años recibí una llamada del señor Lara en la que me animaba a presentarme al Planeta. Le dije, hombre es que ahora no tengo nada... Posteriormente, cuando ya estaba en la editorial Seix Barral, volvió a telefonearme y, otra vez, le di la misma respuesta. Justo antes de que él muriera, por tercera vez me telefoneó e insistió en que me presentara. Le respondí que no era posible, que no tenía nada que se pudiera publicar. Él me contestó que lo que yo no tenía era lo que hay que tener para presentarse. Creo que he saldado mi deuda con el señor Lara; él siempre me empujó hacia el Premio Planeta.

¿Por qué eligió el seudónimo Ricardo Medina?

Es el nombre y uno de los apellidos de un amigo que me ha ayudado mucho a convertir en realidad mi sueño literario. Siempre procuro que las cosas que escribo no sean azarosas, pero este tipo de licencias son inevitables.

¿Le ha costado mucho armar este proyecto?

Reconozco que soy algo perezoso y que me cuesta arrancar. Además, en muchas ocasiones termino dejándolo. Las veinte primeras páginas de un libro salen solas, lo difícil viene después.