Venticinco mil quinientos cincuenta. Es el número de demandantes de empleo que hay en Santa Cruz de Tenerife, según los datos dados a conocer el pasado el lunes por el servicio público de empleo.

La variación del desempleo respecto al mes anterior ha sido anecdótica. El número de desempleados sólo ha subido en una persona más y ha dado lugar a ese número redondo: 25.550. Pero esto es algo más que un algoritmo. Son 25.550 vecinos de Santa Cruz de Tenerife que necesitan un empleo. Una cifra que casi se ha doblado desde septiembre de 2007, cuando el número de inscritos en el servicio público de empleo era de 13.231. En tres años, el número de parados ha aumentado y las estrecheces han entrado por la puerta de muchas casas de la capital y amenaza con quedarse. No es la peor cifra de este año, pero la foto fija se ha quedado estancada en los 25.000 y pico desempleados.

Pero, ¿quiénes son esos 25.550? ¿Dónde viven? ¿Cómo es su vida? Tal vez sean como la familia de Mari Luz Peraza: seis en casa y dos ayudas que no llegan a los 900 euros al mes.

La historia de esta familia alegre y positiva es un reflejo del retroceso que ha supuesto la crisis económica para muchos hogares. Mari Luz Peraza vivía sola en su casa hasta que la situación económica de dos de sus tres hijos les hizo regresar al hogar materno.

Ahora, Mari Luz, de 57 años; su hijo Iván, de 35 años, su hija Leticia, de 34 años y sus tres nietas, de 14, 10 y 5 años, viven bajo el mismo techo. Se trata de una vivienda del barrio de Los Alisios sin lujos: ni internet ni Wii ni televisiones planas. La situación es la que es y todos hacen piña para evitar gastos superficiales.

Mari Luz explica que primero fue Iván, que se quedó en paro, el que volvió al hogar materno; después fue Leticia, que se separó y regresó con sus tres hijas.

Trabajo en servicios

Las profesiones que los miembros de esta familia están todas ligadas al sector servicios: la matriarca es cocinera; Leticia, limpiadora, e Iván, camarero.

Mari Luz terminó su contrato como cocinera en 2004 y asegura que no la quieren en ningún empleo por la edad. "Hace un mes tuve una sustitución por unas vacaciones, pero no cotizaba desde 2003", explica Leticia. Iván está desempleado desde 2002.

La situación de carestía de esta familia influye, asimismo, en sus posibilidades de inserción laboral. Iván explica que no tienen coche. "Si consigo trabajo en el Sur, ¿cómo hago para volver a las cuatro de la madrugada?", se pregunta. El círculo vicioso de desempleo.

Seis personas con menos de 900 euros al mes tienen que echarle mucha imaginación a su vida diaria. Los libros que no cubren las ayudas oficiales se toman en préstamo en el colegio o se fotocopian. La compra se realiza donde esté más barato y la marca blanca es la estrella. En Carrefour compran la pasta, las latas, el aceite, los jugos de litro y alguna galleta. En Mercadona los productos de aseo personal, los postres y jugos y batidos para que las niñas lleven al colegio. En el Alteza, la chacina. En Tenepalma o 5 Océanos, dependiendo de las ofertas, los congelados. En Puchita, la verdura, los huevos y la fruta. "A fin de mes vamos a casa de algún familiar y cogemos unas papitas, zanahorias y cuatro cosas para hacer un potaje", reconoce Leticia.

A pesar de la situación tan apurada de esta familia, que sólo cuenta con una pensión de viudedad y la prestación canaria de inserción, se reconocen con suerte. "Hay gente en el barrio que está mucho peor", aseguran. Personas que no pueden pagar la luz y el agua y que se enganchan de manera fraudulenta para poder disfrutar de estos servicios básicos.

"Intentamos ser positivos, porque si encima nos echamos a llorar...", argumenta Leticia.

Otro de los barrios capitalinos especialmente afectado por la crisis económica es Las Delicias. Barrio obrero desde siempre, en su calle principal, la Carretera General del Rosario, se pueden ven hombres de distintas edades sin nada qué hacer. Tal vez probando suerte en la Administración de Lotería, por si la quiniela les saca de una situación que ven complicada.

Uno de estos vecinos del barrio es Domingo Casañas, pintor de 51 años desempleado desde diciembre de 2009. Trabajaba para una empresa que estaba construyendo apartamentos el Sur y se deshizo de la mayoría de sus empleados contratados las pasadas Navidades. "Por lo menos cien personas fueron a la calle", explica.

Como en esta última empresa no estuvo el tiempo suficiente, ahora sólo está cobrando 426 euros. "Voy escapando", reconoce, ya que tiene la casa pagada y vive solo.

"Al principio, me volvía loco. Estaba acostumbrado a levantarme a las cinco de la mañana, ir para el Sur, llegar a la tarde a casa..." Y, de repente, se vio todo el día en su casa y que sus ingresos pasaron de 1.500 euros al mes a 426. "Gracias a que tenía el piso pagado si no me veo viviendo en La Resbalada".

Casañas recuerda los "cáncamos" que le salían cuando estaba trabajando en el Sur y que no podía hacer. Ahora no encuentra ni un triste piso que pintar.

Ha intentado buscar trabajo, pero la respuesta no llega. "Todo el mundo te dice ya te avisaré, pero no te llaman". En el servicio de empleo le han informado de que, a partir de los 52 años, puede acceder a una especie de jubilación. "Pero, ¿estamos locos? Si yo soy una persona joven".

Más joven es Domingo Darias, de 25 años, que gasta sus días en estudiar para una oposición. Ante la complicada situación económica muchos jóvenes chicharreros han optado por esta opción, que les garantiza un trabajo y un sueldo de por vida.

Domingo explica que trabajaba poniendo parqué, pero que "no se puede poner parqué sobre la nada", en referencia al parón de la construcción. Ya empezó a estudiar antes de quedarse sin trabajo, pero ahora se lo toma más en serio. Estudia para auxilio judicial y reconoce que el número de personas con las que compite por una plaza se ha incrementado en los últimos años.

"En el paro sólo puedes hacer cursos y de qué te sirven los cursos si luego no los puedes desempeñar en un trabajo", reflexiona.

La situación de Domingo Darias no tiene nada que ver con la de otros desempleados que se enfrentan cada día a serias dificultades para cubrir sus necesidades básicas, de lo que dan fe organizaciones como Cáritas Diocesana. "La media de personas al año que atendemos en Santa Cruz de Tenerife es de 15.000 o 20.000", explica José María Rivero, subdirector de Cáritas en la provincia occidental.

"Desde el comienzo de la crisis se ha producido un incremento de un 40% en peticiones de ayuda motivado por la falta de empleo", asegura.

Aunque no dispone de datos actualizados afirma que se están gastando "muchísimo dinero" en atender a las necesidades de los chicharreros menos afortunados. "Hay Cáritas en parroquias de la zona de Santa Cruz que se están gastando más de 1.200 euros al mes y en esta ciudad hay entre 15 y 20 Cáritas parroquiales".

El papel de está organización es el de coordinarse con las administraciones públicas, pero están desbordados. "Lo que estamos haciendo es mucho más allá de lo que podemos hacer. Lo que la población está demandando son derechos fundamentales y son los ayuntamientos los que tienen que atender a su población", explica Rivero.

Toda esta argumentación "choca con la realidad". "La realidad es que la respuesta del Ayuntamiento ha sido muy lenta desde hace años", añade. Esto coincide con las quejas de Leticia, que asegura que la Unidad de Trabajadores Sociales (UTS) de Añaza tarda un mes y medio en darte cita para que le expliques cuál es tu problema. Luego te piden papeles y más papeles. "Son seis meses para que te la aprueben y dos años para cobrarla", resume.

"Entregué 42 fotocopias de todo lo que me pidieron en la UTS para recibir la ayuda", explica Leticia. Entre los papeles solicitados estaba la cartilla de vacunación de sus hijas y su libro de escolaridad. "Sólo les faltó pedirme un certificado de penales", se queja.