Los guanches pastoreaban y vivían estacionalmente en Las Cañadas y, aunque no hay constancia empírica de hasta donde subían, es de suponer que ascendían el Teide, donde ellos creían que habitaba el demonio (Chayofa). Tras la Conquista, subir hasta la corona o, por lo menos, llegar a las faldas de Echeyde se afianzó como un reclamo, especialmente para los científicos desde el siglo XVIII, cuando comienzan las primeras expediciones de geólogos, botánicos y otros investigadores o naturalistas europeos que visitan las Islas, tal y como han estudiado múltiples autores y, en los últimos años, especialmente la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia. De hecho, en la zona orotavense de El Mayorazgo, donde ahora se ha construido el centro de interpretación de Las Cañadas (que simula la forma de la montaña vista desde el Valle), se hizo la primera medición exacta de la altura de la cima en 1776 (Borda). El interés científico nunca ha decrecido, pero, desde el boom turístico de los 60 y la creación de la carretera, el teleférico y demás, las subidas se generalizaron. Claro que también los hay que lo han convertido en una proeza desde hace años. Es el caso, por ejemplo, de Francisco Javier Villalba (en la foto, en el pico), montañero de Santa Úrsula muy conocido por el personal de Las Cañadas y que sube, como mínimo, una vez a la semana. Eso sí, lo hace en 4:43 horas, pero no desde Montaña Blanca, como la inmensa mayoría, sino desde la negra arena de la realejera playa del Socorro. Sí han leído bien: su récord (no consta otro hasta ahora) consiste en subir desde el mar hasta el pico en ¡4:43 horas!, mientras que la ida y la vuelta a la playa la ha dejado en 8:30. Pero Javier no es una excepción. Otros montañeros participan en estas carreras (únicas en el mundo junto a las de Hawai, al ser las que permiten pasar de 0 a más de 3.700 metros de altura) y, recientemente, subieron 37. Además, se ha convertido en un reclamo en el exterior y vienen muchos extranjeros o peninsulares que, al comprobar de qué va la cosa, no se creen lo de las 4 horas y pico (y nunca mejor dicho lo del pico), según recalca Javier. Asimismo, y como ocurre con el orotavense Víctor Camejo, hay otros muchos que suben con una frecuencia mayor (tres veces a la semana o más) por su cuenta o con caminatas abiertas a otras personas.