EL MINISTERIO de Igualdad, el Instituto de la Mujer y el sindicato FETE-UGT han presentado los materiales didácticos de la campaña "Educando en igualdad", con la finalidad de "fomentar la igualdad entre niños y niñas y prevenir la violencia de género". Algo en lo que estoy de acuerdo, pero no coincido en su propuesta de vetar de la escuela pública los cuentos infantiles.

Para la ministra Aído, "Blancanieves", "La Cenicienta" y "La Bella Durmiente" no son más que unas pasivas marujas que infectan las mentes de los niños maleducándoles con su mal ejemplo, olvidando que ciertos cuentos guardan la memoria del simbolismo básico para la formación espiritual e intelectual de las criaturas. Ignorando también que los cuentos clásicos propician todo un universo de experiencias místicas subconscientes que forman al niño/a y le ayudan a fortalecer su voluntad y a establecer ciertas bases de su espiritualidad, sin que contribuyan a remarcar las diferencias de género.

La ministra se ha propuesto cambiar radicalmente la mentalidad de los educadores y educandos. Quiere que todos piensen y actúen unisexualmente, y esto nunca lo podrá conseguir. Pongamos unos ejemplos. Cuando a un niño le preguntan qué quiere ser de mayor, suele optar por profesiones u oficios tradicionalmente masculinos, como futbolista, corredor de Fórmula 1, astronauta, etc., pero ninguno dice que quiere tener hijos o piensa en el amor o en los afectos. En cambio, las niñas lo primero que expresan es que quieren casarse, tener hijos y una casa bonita. Después hablan de trabajo optando por aquellas actividades más frecuentadas por las mujeres, como maestra, enfermera, psicóloga, etc. A los niños les gusta jugar con pelotas, coches, videojuegos, es decir, juegos de acción, mientras que las niñas prefieren muñecas, peluches o casitas. Por consiguiente, las diferencias de sexo entre ambos géneros también repercuten en sus gustos, actividades y proyectos. Intentar cambiar estas conductas sería tanto como pretender que sólo existan seres de un solo sexo.

¿Quién no recuerda los cuentos de su infancia? Ese mundo fantástico donde la magia, la aventura, el peligro, el heroísmo y el amor romántico se funden en una sola historia. Pero ¿qué transmiten los cuentos clásicos? Transmiten valores realmente educativos, como la bondad, la responsabilidad, el compromiso, la solidaridad. Esto está muy bien si se adecua a estos tiempos, como, por ejemplo, la enseñanza de la existencia de lo bueno y lo malo, el valor del trabajo y el esfuerzo, la importancia de la obediencia y el respeto a las personas adultas, el valor de la amistad. Ciertamente, otros muchos valores y experiencias también presentes ya han caducado o están obsoletos para las exigencias del mundo actual, que no tolera la discriminación por razón de sexo. Por eso, lo que corresponde hoy es despertar en los niños el sentido crítico frente a estas historias fantásticas. No es bueno, pues, rechazar, censurar o echar a la hoguera los cuentos infantiles porque a la ministra de Igualdad le parezca que son sexistas, machistas y fomentan la violencia de género.

Dejemos los cuentos en paz. En esta época sí que llenan la cabeza de los niños con basura: videojuegos violentos, Internet sin control, programas de televisión. Basta con mirar alrededor para comprobar que los niños y jóvenes tienen mil conflictos con la vida por aprender demasiado rápido lo que es crecer. Y crecen solos, sin tiempo de calidad compartido con los padres. Los niños deben disfrutar de su niñez con inocencia y, ¿por qué no?, leyendo los cuentos de antaño.

Los cuentos deben ser considerados como refuerzo de los valores que los padres deben transmitir a sus hijos. No deben tomarse al pie de la letra ni buscar complejas interpretaciones que escapan de la comprensión de un niño. Un niño que vive con unos padres que comparten las tareas domésticas y laborales, que se respetan, no podrá desarrollar una conducta machista sólo por leer o escuchar los cuentos clásicos. Al contrario, cuando empiece a razonar llegará a la conclusión de que existe igualdad de sexos, seleccionando aquello que se adapte a sus valores y rechazando lo que considere malo.

A mí, lo que realmente me preocupa no es que los niños y las niñas lean en las escuelas o en sus casas cuentos infantiles, sino que la señora Aído aún no se "ha ido" de su ministerio, porque un verdadero cuento es que exista el Ministerio de Igualdad y que todos los españoles tengamos que pagar las excentricidades de su ministra.