Célebres voces como Leo Nucci, Piero Cappuccilli o Katia Ricciarelli pueden dar fe de la categoría musical de Giulio Zappa, uno de los grandes especialistas europeos en el campo del acompañamiento musical. El pianista de Monza, que esta semana inauguró los "Martes líricos" del Auditorio de Tenerife junto a la soprano andaluza Mariola Cantarero, es consciente de que el suyo es un trabajo sordo y a veces ingrato, por invisible, por ajeno a los focos y a la atención del público que acude a los teatros de ópera. Su actividad en género no se limita sólo al reperorio de su país natal, sino al la ópera rusa, a la que dedicó una tesis y cuya escasa presencia en las programaciones occidentales achaca a la complejidad de las producciones y a la dificultad añadida del idioma.

Gracias al recital, el público isleño ha conocido el arte de este pianista que ha actuado en varias ocasiones en la Sala de Cámara del Auditorio de Tenerife y que el pasado marzo acompañó desde el teclado a los protagonistas de la gala homenaje a Alfredo Kraus, celebrada en el marco del IV Festival Musitemático de La Orotava.

¿Pianista acompañante o pianista repertorista? Algunos de sus colegas prefieren la segunda denominación.

Da lo mismo, de hecho yo hago las dos cosas. El término repertorista se aplica a aquellos pianistas que no sólo acompañan en recitales, sino que trabajan con cantantes durante la producción de una obra, bien en los teatros o en clases particulares enfocadas a la preparación de un papel o a perfeccionar aspectos técnicos y estilísticos. Por ejemplo, el 70 por cientos de los cantantes que cultivan el repertorio italiano me piden consejo sobre la dicción.

¿Es el pianista acompañante una especie de confidente para el solista?

Debemos serlo, a veces incluso cuando no queremos. El cantante debe satisfacer las exigencias propias y la de los directores musicales y de escena que intervienen en una producción, de modo que a veces una voz amiga puede ayudar a aliviar la tensión y afrontar situaciones complicadas.

¿Qué cualidades debe reunir un pianista que acompaña a una voz o instrumento solista?

En primer lugar, debe amar las voces. También ha de amar la literatura, poseer una cultura que le permite interpretar mejor los textos, buenos y menos buenos, que caen en sus manos. Por otro lado, debe atesorar una técnica tan refinada como la del solista de piano y "exprimir" el sentido dramático de las piezas que ejecuta; es decir, no se trata sólo de "seguir" al cantante, sino estar a su mismo nivel en el plano emocional.

Gerald Moore, Dalton Baldwin o Roger Vignoles son algunos de las grandes figuras de esta especialidad. ¿Cree que la posteridad ha sido generosa con ellos?

No lo bastante. Aunque también depende de qué país hablemos, ya que hay sitios en los que el pianista acompañante está más reconocido que en otros. Por ejemplo, en Italia, donde el cantante hace mucho teatro pero apenas recitales y música de cámara, el reconocimiento es menor que en Inglaterra y Alemania. Aclaro: no es una crítica a los cantantes italianos, sino al conjunto del sistema, desde la educación a la política de los responsables musicales. Siento decir que hay directores que no conocen nuestro trabajo y que, sin embargo, tienen una preparación inferior a la muestra. Sí, creo que nuestro trabajo podría estar más reconocido.

Entre sus maestros figuran dos grandes del piano contemporáneo, Aldo Ciccolini e Irwin Gage. ¿Qué enseñanzas recibió de ellos?

Con Ciccolini trabajé poco, pero me gustó su enfoque: decía a sus alumnos que tocar el piano era una misión, como sentirse elegido. Aprendí el valor del compromiso profesional a partir de las ideas y elecciones asumidas por el músico. En cuanto a Gage, la principal enseñanza es que tocar el piano no sólo consiste en mover los dedos sobre un teclado, sino que exige un bagaje cultural, conocer el mundo del que proceden las músicas y los autores interpretados.

El cantante lírico siempre piensa que todos le deben acompañar, el director, la orquesta y, por supuesto, los pianistas… ¿Se ha sentido alguna vez obligado a corregir al cantante, decirle que el tiempo de la interpretación no es el adecuado?

¡Sí! El cantante puede tener una idea distinta de la mía o que difiera de la del director; pero para eso están los ensayos, para solucionar esas divergencias. Para mí, hacer música equivale a trabajar juntos, como en una familia, sin querer imponer ideas, tratando de buscar puntos de encuentro. Sin embargo, hallas a veces personas que sienten muy seguras de sí mismas, que desdeñan el trabajo en equipo y que no quieren colaborar, sino imponer su criterio.

El pianista de repertorio nunca sale a escena a recibir los aplausos pero es una pieza importante en el engranaje de los teatros. ¿Cómo asume esa invisibilidad?

Es verdad que es un trabajo que no se ve, pero incluso así es reconocido por los profesionales. No todos, insisto, saben valorarlo, pero te sientes satisfecho cuando los demás aprecian tu contribución al esfuerzo general.

¿Encuentra una explicación al diferente arraigo popular que la música clásica y, en particular la ópera, tiene en Tenerife y en Las Palmas?

Según mi experiencia, hay en Tenerife un problema de público. Es un hecho que no acude a las representaciones en el mismo número que lo hace el de Las Palmas, donde la sala se llena con cualquier título, no sólo "La Bohème", sino con obras más "sofisticadas". Ahora bien, si la pregunta es cómo se consigue atraer a más público, reconozco que no tengo respuesta.

Talentos en la sombra

Pese a tratarse de un talento oculto, que aflora en la intimidad de los recitales, al calor de las voces y de la poesía, el pianista acompañante deviene una pieza fundamental en el mundo de la música. De hecho, las manos de Giulio Zappa son una de las bases sobre las que descansan las producciones que se representan en los festivales canarios de ópera. El de Las Palmas volverá a contar pronto con sus servicios para una "Italiana en Argel" que se escenificará el próximo mes de mayo. En el de Tenerife debutó hace varias temporadas con una "Traviata" firmada por Cristina Comencini y su colaboración se ha prolongado hasta "I Pagliacci", cuya puesta en escena dirigió Giancarlo del Monaco en la última edición del ciclo musical. Zappa es consciente de que su labor pasa por saber cambiar de escala: subir desde la media luz del "lied" y la canción de concierto hasta el fulgurante Olimpo de la ópera, cuyo complejo mundo de egos e intereses desafían la flexibilidad de los pianistas de repertorio.