A medida que una sociedad es más desarrollada, consume más energía, pero no siempre se hace de un modo eficiente. El ahorro y la eficiencia energética no tienen por qué ir asociados al descenso de la calidad de vida, sino más bien al contrario. Con un uso responsable y eficiente, podemos disponer de mayores prestaciones de servicio y confort sin consumir, por ello, más energía. Eso además, nos hace menos vulnerables ante posibles crisis de suministro.

Racionalizar el consumo eléctrico, por tanto, es no sólo recomendable desde el punto de vista económico, sino que además es uno de los pilares básicos del Plan Energético de Canarias.

Desde el punto de vista eléctrico, un hogar medio consume de 4 a 5.000 kilovatios/hora al año.

En las últimas entregas de esta sección, hemos ido detallando información sobre los aparatos que más consumen en el hogar, como es la iluminación y el frigorífico (18% cada uno), la televisión (10%) o los aparatos de lavado y secado: lavadora (8%), lavavajillas (4%) y secadora (2%), así como consejos para mejorar el aislamiento de la vivienda.

En esta ocasión, vamos a centrarnos en las pautas de ahorro energético que podemos seguir para mejorar la eficiencia en climatización de agua y el uso del horno.

Ahorrar con el horno

Para cocinar, usa los recursos en este orden: microondas, olla a presión y horno. Éste último es el electrodoméstico que más energía consume.

Existen dos tipos de horno, de gas y de electricidad, siendo más eficientes energéticamente los primeros, aunque más generalizado el uso de los segundos.

Como todos los aparatos que generan calor con energía eléctrica, el horno eléctrico es uno de los más importantes consumidores de la vivienda. Como en todos los electrodomésticos, su consumo depende de su utilización.

El etiquetado del horno distingue entre tres tipos de tamaños; pequeño, mediano y grande, si bien las clases de eficiencia no atienden a consumos comparados, sino a consumos unitarios.

Un horno de clase G consume más del doble de energía que uno clase A.

Agua caliente sanitaria

El agua caliente sanitaria es un elemento altamente consumidor de energía en nuestros hogares

Existen dos tipos:

a) Sistemas instantáneos, que calientan agua en el mismo momento que es demandada (calentadores eléctricos). Su principal inconveniente es que hasta que el agua alcanza la temperatura deseada se desperdicia una cantidad de agua muy importante y de energía.

Además, tiene otra serie de inconvenientes:

·Prestaciones limitadas para atender dos puntos simultáneamente.

·Los continuos encendidos y apagados incrementan el consumo y el deterioro del equipo.

b)Sistemas de acumulación, que es un equipo que calienta el agua (bomba de calor, caldera), más un termo acumulador; o bien, termoacumuladores de resistencia eléctrica.

Los del primer tipo son los más utilizados en la producción centralizada de agua, son sistemas más eficientes y permiten las siguientes ventajas:

·No existen continuos encendidos y apagados.

·La potencia necesaria es muy inferior a si los suministros se encienden de forma individual.

·Al centralizar el consumo se puede optar a tarifas eléctricas más baratas.

El segundo tipo de sistema descrito es poco recomendable desde el punto de vista de la eficiencia y el ahorro energético.

Además de elegir bien el aparato en cuestión, para ahorrar agua caliente y energía, resulta fundamental seguir las siguientes pautas:

·Los sistemas de acumulación de agua caliente son más eficientes que los sistemas de producción instantánea y sin acumulación.

·Debemos racionalizar el consumo de agua. Cerrar grifos abiertos inútilmente.

·La ducha consumo cuatro veces menos agua y energía que un baño.

·Revisar griferías evitando fugas.

·Es importante el aislamiento de las tuberías de distribución de agua.

·Ir a sistemas monomando permite ahorrar agua.

·Utilizar elementos de consumo racional del agua en duchas y grifos.

·Utilizar sistemas de doble pulsador o descarga parcial para los inodoros.