HACE unos días, el Senado de Estados Unidos preparaba una sesión para votar el proyecto de Ley de Reforma Sanitaria, tras haber superado, en fecha anterior, el último obstáculo antes de esta histórica consulta, de cuyo resultado no tengo noticia porque ninguno de los medios informativos a mi alcance o no han dado a conocer el escrutinio o han informado, en lo que respecta a la TV, en espacios que no he captado.

Lo realmente extraño de este asunto es que un país tan adelantado, incluso socialmente, como Norteamérica no hubiera tomado el acuerdo que ahora somete al Parlamento desde muchos años atrás, porque el texto que el presidente Obama somete a la Cámara de Representantes y Senado estadounidenses es casi el mismo que presentó, durante su mandato, el presidente Clinton y fue rechazado, y se citan intentos de otros presidentes que siguieron el mismo negativo camino.

Dicen los entendidos que la reforma sanitaria que quiere implantarse en Norteamérica es muy semejante a la que rige en España, puesta en vigor por uno de los gobiernos del general Franco y, como se recordará, era conocida como Seguro de Enfermedad, que, con cambio de nombre pero persistencia de formas de aplicación, es la misma que rige hoy, levemente retocada por el régimen democrático.

¿Pero quiénes se oponían a que una ley realmente benefactora de la sociedad rija en un país que no la tiene como EEUU?, pues simplemente un sistema como el que, antes de la guerra civil y de la implantación del Seguro de Enfermedad, no sé si en España entera pero sí en Canarias, llamaban "igualas", que eran sociedades formadas por médicos que establecían un seguro privado que suscribía la gente con esas sociedades, algunas de las cuales siguen funcionando al margen del Instituto Nacional de la Salud, conocido por Insalud. Aunque parezca insólito en tan socialmente adelantado país, las "igualas" de médicos estadounidenses, que sustituyen a la Sanidad digamos oficial, que no existía, eran las que, para mantener su negocio, se han opuesto a esta reforma sanitaria en la que fracasaron, según dije, varios presidentes.

Ya lo conté cuando publiqué, en estas páginas, una de mis "crónicas de viajes". Cuando en el aeropuerto Kennedy de Nueva York iba a tomar el avión de vuelta a Madrid sufrí un mareo consecuencia de algo que me hizo daño cuando almorcé. El médico del aeropuerto me indicó que ingresara en una especie de hospital cercano y allí fue donde me recibió un médico chino que no debía ser de los que saben de todo. Me colocó los tubos tras el reconocimiento y me dejó allí tras ponerme una extraña bata que llamaba al vacilón de quienes me acompañaban. No pude salir de allí, ya sin mareos y sin nada, hasta que llegó un médico dominicano, casi negro, que me habló en español y con el que intimé hasta lograr que me diera el alta. Unas personas, familiares de mi mujer, que nos acompañaban pagaron luego la factura, cuya cuantía no me quisieron decir, pero creo que fue "salada", porque la Sanidad, que allí es privada ya que no existe la pública, es bastante cara. De ahí la oposición a que se aprobara la nueva ley.