1.- Un cambio de domiciliación bancaria, y un fallo puede que mío al hacerlo por teléfono, puede que de la sociedad a la que me voy a referir al no tomar nota de la cosa, ha propiciado que mi cuenta con el Casino de Tenerife (antes de los Caballeros) arrojara un saldo deudor de 312 euros, que me he apresurado a abonar hace dos días, en cuanto me fue comunicado en admonitoria carta y ésta llegó a mis manos. Al margen de que me reservo el derecho de mandar a tomar por retambufa a quien corresponda, en su momento, quiero transmitir a ustedes, desocupados lectores, las risitas, en mi ausencia, de ciertos personajes que transitan por los pasillos de una sociedad que a mí personalmente sólo me sirve para ir a mear cuando me dan ganas y estoy por la vuelta, en estas edades de incontinencia urinaria. Y para asistir a alguna comida con amigos. Toda esta rebambaramba no es ociosa, sino que se produce por mi apoyo público, en contra de la actual junta directiva que preside , al abogado Vicente Álvarez Gil, que legítimamente aspiraba a gobernar la sociedad y que no lo consiguió, igual de democráticamente: ganaron los que más votos fueron capaces de reunir. Si yo fuera, un suponer, a cobrar las conferencias y las presentaciones de conferenciantes que he dictado y realizado a lo largo de los años, el Casino de los Caballeros estaría en deuda conmigo, no en trescientos sino en algunos miles de euros. Pero no, yo no cobro por hablar en el Casino, ni por llenar la sala de conferencias, ni por atender las llamadas de presidentes/caballeros, como han sido mi recordado Opelio Rodríguez Peña, mi entrañable Miguel Duque Pérez-Camacho y mi buen amigo Domingo Febles. Pero es que a partir de ahora, inflados mis venerables cataplines, me voy a enfajinar en averiguar algunas cosillas de las cuentas de la entidad, sobre todo a partir de algunos viajes de ciertos directivos con cargo a los bolsillos de los socios. No digo -al menos, no lo digo todavía- que hayan existido actuaciones punibles en estos periplos, pero lo que quiero es saber la naturaleza de esos gastos y publicarlos, para que la gente que vota sepa a quiénes vota. Y para conocimiento de eso que en el popular Recreo se llama "la masa social" y entre los finolis de Santa Cruz "los señores socios".

2.- Haciendo historia, yo tomé partido, con exquisita educación y respeto hacia el otro, por Vicente Álvarez Gil por tres motivos: a) Vicente es amigo mío; b) la familia de Vicente ha estado siempre muy próxima a la mía; y c) porque me salió de donde salen generalmente estas decisiones, lugar socorrido al que no hace falta mentar, por lo obvio. Pero siempre dejé bien claro que la otra junta, la que resultó ganadora, estaba compuesta por personas muy dignas y honorables (mientras yo no sea capaz de demostrar lo contrario), que podían trabajar también por la sociedad, por Santa Cruz, por la isla y por ellos mismos. Pero, claro, vieron la oportunidad de los 312 euros y se lanzaron a degüello, como si en este país empobrecido el no pagar las cuotas supusiera -y más por los motivos expuestos- un motivo de escarnio y de condena pública y no, como en Inglaterra, un gesto de extrema elegancia. Es mejor no poder pagar las cuotas que mamarse las cuotas en viajes de cine, como puede que se demuestre, puede que no. Sí se va a conocer quién ha cobrado por impartir conferencias en el Casino Principal, con cuatro gatos como público, y cuánto ha percibido, y si se han seguido los procedimientos fiscales oportunos en el abono del diezmo. Y si algún conferenciante de cobro supuestamente irregular guarda lazos familiares con algún directivo. Listos que son algunos y no idiotas como yo, que voy -siempre que me llaman- de baracalofi. Ya ven: ellos me mandan cartas admonitorias y yo quiero saber.

3.- Y como soy socio, quiero enterarme también de alguna que otra vacación sureña mientras se negociaba el alquiler de uno de los locales del edificio del Casino Principal. No por nada, sino por curiosidad. La misma curiosidad que demostró un señor llamado Jorge y apodado "el Conchito", al que ustedes probablemente no conocen, ni falta que les hace, que hizo mover un mostrador de cinco toneladas porque se le había caído debajo una moneda de medio duro. Cuando alguien le preguntó el por qué de tamaño esfuerzo, "el Conchito" respondió: "No es por nada, sino por ver dónde cayó". Pues yo quiero ver dónde cayó la vacación esa y por qué. Me viene a la memoria la figura de mi amigo, el gerente de la entidad durante tantos años, un caballero y un tinerfeño tan íntegro y cabal como es Santiago Gutiérrez. Qué tiempos, Santiago, en el que la caballerosidad y la hombría de bien sustituían a los chismes interesados de los pasillos, al no saber ganar y al cuchicheo de costureras. Pero los años cambian y las personas también. Y conste que sigo teniendo el mismo respeto por la junta ganadora, pero algunos de sus miembros debían coserse ese apéndice carnoso que se mueve entre los dientes y que se llama lengua. Es la lengua la que los pierde. Siempre ha sido así en la pacata sociedad tinerfeña, en la que cada vez que salta una chispa de renovación acuden cientos a poner la pata encima para apagar la llama. Menos mal que en muchas ocasiones (por ejemplo, en las presidencias últimas) no lo han conseguido. No hará falta recordar lo que nos costó que admitieran como socio a un caballero hindú, por el mero hecho de serlo. Ni que en el Casino le estaba prohibida la entrada a los negros hasta hace no mucho tiempo. Mejor, lo dejo para otro día. Ah, y si quieren guerra, yo soy un guerrero, pero sin antifaz.

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