INICIAMOS ESTE EDITORIAL remitiéndonos a nuestro comentario del viernes. En él le reclamábamos a nuestro apreciado colaborador Juan Jesús Ayala que abandone la línea teórica y tibia de sus actuaciones políticas para emprender acciones decisivas conducentes a lograr nuestra independencia. También le criticábamos sus insinuaciones de realizar una consulta popular, sea del tipo que sea, sobre el futuro de Canarias. Eso, insistimos en ello, es como consultarle a los okupas de una casa si quieren que los desalojen o, por el contrario, desean seguir en ella. ¿Puede haber un disparate mayor? De referéndum, nada.

Entramos en materia y lo hacemos con varias puntualizaciones a una carta abierta a Antonio Cubillo, publicada en la página 25 de nuestra edición de hoy. Vaya por delante que no salimos en defensa del señor Cubillo. Él sabrá hacerlo por sí mismo, ya que es una persona preparada, con mucha experiencia política y buen oficio de abogado. El autor de la carta también es una persona de mucha categoría. Esporádicamente ha sido un ilustre colaborador de esta Casa, motivo por el cual lo apreciamos. Esa alta consideración que nos inspira hace que nos asombre con un escrito en el que demuestra, una vez más, su ponderación, pero en el que a la vez vierte opiniones con las que no podemos estar de acuerdo. Nos referimos a Domingo Lima Domínguez. Lo repetimos: su erudición queda patente en el artículo que le publicamos hoy. También reiteramos que Antonio Cubillo sabrá responder adecuadamente a lo que dice don Domingo Lima. Por nuestra parte, sólo pretendemos realizar unas puntualizaciones que nos parecen importantes.

COMIENZA su carta abierta el señor Lima Domínguez refiriéndose a pueblos conquistadores en el pasado. "Por ejemplo, en el siglo VII antes de Cristo, hubo un pueblo conquistador, el asirio, que desplegó una ferocidad tan desproporcionada, que no es posible justificar, ni siquiera por el contexto en que se produjo", escribe textualmente. "A pesar de ello, y dada la mentalidad de la época, resulta comprensible, aunque censurable".

Añade más adelante Domingo Lima que "el hombre quiere conocer el planeta en que vive y las ciudades experimentan un extraordinario desarrollo en todos los sentidos. Mientras, las Canarias permanecen ancladas en el pre-neolítico. A las puertas de Europa y en la ruta oceánica, ello no podía mantenerse. En otras palabras: la conquista de Canarias por parte de una potencia europea era inevitable. El pre-neolítico no podía convivir con el Renacimiento. Tres naciones podían hacerlo: Portugal, Inglaterra y España. Lo llevo a cabo esta última. Muchos -usted entre ellos- califican esta conquista de genocidio. Y yo pregunto: si la conquista española fue genocidio, ¿qué fue la conquista que llevaron a cabo los portugueses en Brasil, donde los "bandeirantes" no dejaban un solo indio vivo por donde pasaban? ¿Y la de los ingleses en Norteamérica, donde los aborígenes fueron encerrados en las reservas para acabar con ellos?".

Pero, ¿qué nos dice usted, don Domingo? La conquista de Canarias fue inevitable porque la fuerza la hacía inevitable. ¿Qué le parece a usted el genocidio del pueblo guanche, el reparto de tierras, la esclavitud, las violaciones de mujeres y niñas, el robo de posesiones, de tierras? De su carta hay mucho que comentar. Porque afirma usted que existe un abismo en comparar los episodios de la conquista de estas Islas con un genocidio. ¿Cómo es posible que una persona de su inteligencia se atreva a decir esto. La conquista fue un genocidio; un exterminio del que afortunadamente escapamos algunos miles de canarios de los otros muchos miles que vivían pacíficamente en estas Islas. Supervivientes que hoy reclamamos que se nos restituya lo que les fue robado a nuestros antepasados.

También le recrimina a Cubillo que llame bandolero a Fernández de Lugo cuando, según usted, fue un conquistador español del siglo XV y que como tal tenía virtudes y defectos. Por supuesto que fue un bandolero; un bandolero y un criminal. Incluso, si usted lo desea así, admitamos que no fuese un bandolero, pero jamás dejará de ser un sanguinario, como lo fueron todos los conquistadores españoles en América.

Justifica asimismo usted, don Domingo, las barbaridades cometidas por Hernán Cortés, pues el pueblo azteca realizaba razzias "para llevar cautivos a lo alto de los teocallis para arrancarles el corazón en vivo y luego comerse los cuerpos aún calientes con tortitas de maíz. Con razón esos pueblos víctimas, que vivían aterrorizados, ayudaron a Cortés apenas llegó a Veracruz". Tenga usted en cuenta, señor Lima Domínguez, que Cortés, Pizarro y otros conquistadores mostraron la auténtica faceta de España como nación genocida y criminal. Una nación que salió a patadas de todos los lugares que sometió, excepto de Canarias. Ninguno de los territorios conquistados por los españoles forma parte de España, ni ninguno de sus habitantes son españoles. Los españoles son solamente los de la Península ibérica, con excepción de Portugal, donde tampoco los quieren. ¿O es mentira esto? ¿Es mentira que Canarias sigue dependiendo de los políticos españoles? Usted mismo, como canario, sigue siendo siervo de los políticos españoles.

EN RELACIÓN con las ayudas recibidas por el criminal Hernán Cortés, le critica usted a Antonio Cubillo que acuse a Fernando Guanarteme, "que está enterrado en la ermita de San Cristóbal de La Laguna, de traidor a su pueblo por colaborar con Lugo en la conquista de Tenerife. Es posible que en esto tenga usted algo de razón. Naturalmente, a usted también le parecerán traidores todos los guanches del Sur de Tenerife, que también se acercaron a Lugo para ayudarlo en su empresa". Nosotros le decimos, don Domingo, que Guanarterme no fue sólo traidor; fue traidorísimo, y que la gente del Sur de Tenerife tuvo que doblegarse para sobrevivir. Nos falta tiempo y espacio para extendernos con más amplitud en este punto, pero sin duda Antonio Cubillo sabrá hacerlo.

Sobre la referencia a la viñeta de la bomba en el artículo del señor Cubillo, lo consideramos a usted suficientemente inteligente para saber que se trata de una ilustración simbólica -puesta por EL DÍA y no por el señor Cubillo en su artículo- de lo que está pasando socialmente, porque Canarias es una bomba que va a explotar. Esa bomba está muy alejada del año 1977 y de cualquier puerto y aeropuerto. Lamentamos esta alusión suya a cualquier violencia relacionada con don Antonio Cubillo, porque la bomba no tiene nada que ver con el accidente de Los Rodeos. Al señor Cubillo jamás se le ha podido probar nada al respecto. Esperamos que en este punto también le conteste a usted debidamente. El pueblo canario sabe que el único "delito" de Cubillo es pedir la libertad e independencia de su tierra desde una emisora de Argel.

El último párrafo de su carta es exquisito. Hay que degustarlo porque es canario. Todo aquel que diga que somos españoles es un estúpido. Considerar que los canarios somos españoles es un estigma para nuestra inequívoca condición de isleños. ¿Por qué hemos de seguir sin una identidad propia en el mundo? ¿Por qué no son nuestras, sino de Marruecos, las aguas que bañan las Islas? ¿No se da cuenta, don Domingo, que el día menos pensado Marruecos nos pone la chilaba a todos?

QUEREMOS ACABAR este editorial con un ejemplo de la nobleza de los descendientes de los guanches. Descendientes que deseamos ser amigos de los españoles peninsulares, no de los godos. Un artículo, contenido en el libro "Memorias de Santa Cruz de Tenerife", editado por el Ayuntamiento de esta capital en 1995, afirma que la situación de Canarias en los primeros años del siglo XX era lamentable. "Sin apenas obras públicas, con una infraestructura viaria incipiente y en manos de potencias coloniales, a causa de la dejadez del Gobierno de Madrid, pero además gravitando sobre ella la sombra de la independencia de las Antillas. La inseguridad en el futuro era tal que, cuando el marqués de Villasegura hace el legado para el edificio que lleva su nombre, exige como condición que si las islas se hacen independientes, ondee siempre en el inmueble la bandera española". Sí, pero como nación, junto a la bandera de la nación canaria, voluntariamente, porque estas Islas no son de España. Amigos, lengua, cultura, economía, sí, en común, pero con relaciones entre iguales, no de metrópoli y colonia.