El palacio de Herodes, la danza de los Siete Velos, la decapitación del Bautista o el turbio monólogo de la primera vampiresa de la historia son algunos de los elementos que constituyen la columna vertebral de "Salomé", obra de Richard Strauss inspirada en Oscar Wilde con la que hoy se abre el festival Ópera de Tenerife 2009. Esta producción -que podrá verse esta noche y el próximo sábado, a las 20:30 horas, en el Auditorio de Tenerife- llega por primera vez a España cuando se cumplen veintiséis años de su estreno en el teatro italiano Reggio Emilia. Su autor, el prestigioso director de escena milanés Pier Luigi Pizzi, explica los contenidos de este trabajo "desnudo y abstracto", que en su opinión se ha ido adaptando a a los cantantes y escenarios por los que ha pasado, pero que en lo sustancial "no ha cambiado".

La Sala Sinfónica del Auditorio capitalino será el nuevo destino de este montaje cuyo reparto encabezan Nicola Beller Carbone (Salomé), Roman Sadnik (Herodes), Graciela Araya (Herodías) y Jochaánan (Egils Silins), todos ellos dirigidos por Oleg Caetani, que estará en el foso al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

El elenco, del que forman parte algunas voces canarias, incluye entre otros a Marco Moncloa, Jeroboam Tejera, Margarita Gritskova y Eudivigis Sánchez, arropados por las coreografías diseñadas por Marco Berriel.

Omnipresente luna

En las horas previas a la presentación, Pizzi se muestra encantado con los nuevos ropajes que vestirán a su "Salomé". En especial se muestra fascinado con la Sala Sinfónica del Auditorio, que por sus características parece el destino natural de una producción que viajará próximamente al teatro Pérez Galdós de Las Palmas.

El concepto visual de la obra es austero, lejos de los fastos cinematográficos. "No hay referencias a Oriente ni al mundo bíblico -advierte-. La escenografía es desnuda y abstracta".

De alguna manera, señala, "todo está dominado por la luz de la luna, influencia que viene de Oscar Wilde, autor del original literario. La luna es omnipresente, señorea la puesta en escena y todos se refieren a ella, pues pesa sobre las almas. Salomé es su hija, una criatura nocturna, perturbada, que duerme con los ojos abiertos y escruta en su interior convulso en busca de una emoción que va más allá de las pasiones conocidas".

En términos escénicos, el lugar de "Salomé" es "el lugar de la mente, del alma. No hay en la producción ningún elemento realista. Mi Salomé -afirma- es como un gran ojo abierto que mira, en la oscuridad, hacia la luna".

Y es que para Pizzi se trata de una "ópera de miradas". Todos se miran "porque están tratando de penetrar en el alma del otro. Herodes mira a Salomé; ésta a Juan el Bautista; el paje a Narrabot. Todos se miran -matiza-, pero todos están solos. Salomé se encuentra paralizada en su soledad, por eso su drama es tan moderno".

Austeridad formal, expresionismo, modernidad que no vienen determinados por la crisis. Según Pizzi, "no había crisis cuando la ideé hace 26 años. Hoy volvería a hacerla de la misma manera. Por eso, cuando Giancarlo del Monaco me pidió que volviera a montarla acepté entusiasmado. Por otro lado, me ilusionaba la idea de trabajar en este teatro (el Auditorio de Tenerife) que me ha producido la impresión de que la puesta en escena parecía hecha para este lugar, ya que este gran marco blanco sitúa el drama de Salomé en su dimensión perfecta".

Naturalmente, Pizzi habla como el arquitecto que fue y sigue siendo. "Todos mis decorados son obras arquitectónicas. Por eso siempre digo que antes que escenógrafo, soy arquitecto. La obra que presentamos en Tenerife tiene su génesis en el teatro antiguo, con personajes que entran dentro de una órbita visual y dramática; un juego casi geométrico que, a la vez, es muy vivo, con una gran participación de los intérpretes y una acción que no concede un momento de descanso".

Un montaje flexible

En más de cinco lustros, la "Salomé" de Pier Luigi Pizzi ha cambiado su escala en función del espacio disponible.

"El método de trabajo es el mismo. Ahora bien, cada obra presenta un problema distinto que lleva a una solución diferente. Una gran ópera -aclara respecto a las dimensiones del recinto- no tiene por qué dejar de representarse en un teatro pequeño. Es la organización del espacio lo que importa".

En este sentido, "Salomé" es un ejemplo de cómo una producción puede adaptarse a los escenarios y, sobre todo, a los intérpretes. Sólo por la protagonista, "la versión que presentamos en Tenerife es distinta; ella (Nicola Beller Carbone) marca esa diferencia, su Salomé no sólo es grande, sino muy creíble".

Lógicamente, el patrón físico que se asocia a un personaje de estas características salta por los aires cuando quien lo interpreta es Montserrat Caballé.

"Caballé es un caso aparte -aduce-. Trabajé con ella hace más de treinta años en Chicago, donde hicimos La Traviata y su interpretación era perfectamente creíble, al igual que lo era su Semirámide, donde encarnaba a una gran reina de la Antigüedad".

Pizzi ha llevado su exploración a los fundamentos mismos de la ópera, esto es, a Claudio Monteverdi (1567-1643), cuya trilogía mitológica está realizando en España. Tras "L''Orfeo", montó esta año en el teatro Real "Il ritorno d''Ulisse in Patria" y en 2010 aguarda "L''incoronazione di Poppea". Para el escenógrafo y figurinista italiano, la ópera debuta con una cumbre, ya que "Monteverdi representa toda una manera de hacer teatro que sigue impresionando por su actualidad".

Tras 58 años de trabajo y medio millar de montajes, Pizzi concluye que cada experiencia teatral tiene su propio valor. "En la carrera de un artista todo debe llevar a construir un discurso que siempre queda abierto. He realizado cinco producciones de Tancredi, todas distintas, y otro tanto puedo decir de La Traviata. Lo interesante de este oficio -sentencia- es ponerse siempre en discusión".