EN AÑOS pasados, cuando llegaba el verano, se abrían o se instalaban en Santa Cruz varias terrazas, que eran espacios de baile y de copas frecuentados por la juventud chicharrera y de estancia vacacional por "noveleros" residuales, más bien pertenecientes al gremio de los "salidos". En estas llamadas terrazas de verano se formaban, a veces, trifulcas, discusiones y conatos de altercados, producto de las bebidas que servían en las barras más o menos libres, pero nunca supe que la sangre llegara al río. Tengo entendido, porque no era asiduo de unas ni he participado en las otras, aunque sí me corrí, en mi tiempo, sonadas juergas, incluso de amanecida, que las terrazas de verano son distintas al llamado "botellón". En las primeras se tomaba lo justo, salvo excesos incontrolables, para estar lo que se dice "animado".

En el segundo, ya se sabe. En resumen, que la autoridad admitía las terrazas porque no tenían problemas de seguridad y de orden y la gente se divertía. Las terrazas de verano sustituían a los antiguos bailes de sociedad que, en Santa Cruz, organizaban el Casino, la Masa Coral, el Recreo, y conocí bailes en el Iberia, entonces junto al parque recreativo, en el Price, que antes fue el Salamanca, y en el Fomento, en el barrio del Cabo.

Fuera de Santa Cruz había bailes dominicales o de fiestas en el hotel Camacho, de Tacoronte, adonde la muchachada, de la que un servidor formaba parte activa, iba, a veces, en el tranvía; en La Laguna, en Guamasa, en La Esperanza y por ahí, pero era bastante difícil bailar con el "hembrerío" mago, siempre vigilado por las madres, que hacían de lo que llamábamos "carabina".

Me parece -no lo afirmo- que el año pasado o disminuyeron o no se dio permiso a las terrazas de verano, y en el estío actual no he visto anunciar ninguna terraza. No sé si alegrarme o entristecerme, porque, por un lado, lamento que a la juventud, a la que se margina bastante en cuanto a su participación en manifestaciones atrayentes en esta ciudad, se le priva de una diversión bastante sana a la que no llega el alcohol en abundancia ni la droga; y por otro, leo en este mismo periódico que "el ocio gay irrumpe en la noche santacrucera".

En un año se han inaugurado cinco locales dedicados a homosexuales en la calle de La Noria, la avenida de Anaga y, con extraños nombres, en otras vías donde dicen que se celebran "fiestas temáticas". Estimo que lo que está sucediendo es consecuencia del estímulo, la apertura y la acogida de nuestro ayuntamiento al llamado "orgullo gay", al que le ha permitido llamativos actos populares en la ciudad. Me alarma esta mano abierta de nuestra autoridad municipal al colectivo porque, aunque no discuto, no me agradan los actos internos de los homosexuales, pero temo el proselitismo que persiguen captando a una sociedad joven inmadura y poco resistente, por falta de la necesaria y fundamental formación, que no se les está dando, sino, justamente, todo lo contrario, por parte de este Gobierno que predica e impone abominables leyes abortivas, destruye valores y nos lleva a los españoles, en todos los aspectos, al verdadero caos.