JUSTO ESTE VERANO este verano estoy tratando de terminar un libro sobre la Historia del Espacio Cultural El Tanque. Y justo este verano me he llevado la alegría de leer un artículo de don Emilio Racionero titulado "he cambiado de opinión" dedicado a este espacio cultural tan controvertido en el que dice cosas muy bellas para mí como las siguientes:

"He cambiado de opinión negativa a positiva y ello me hace disculparme ante Dulce Xerach Pérez, a quien combatí desde esta columna hace ya un largo tiempo por su decisión de hacer de un tanque de producto petrolífero de la Refinería, el 69, un espacio cultural. A la sazón ella era consejera de Cultura del Cabildo de Tenerife. En alguna medida, bastante, este cambio de opinión se ha producido gracias a un clarinetista de los nuestros: Cristo Barrios. Lo vi crecer y desarrollarse como persona y como clarinetista en el Conservatorio Superior de Tenerife. (?).Nos ofrecía (Cristo Barrios ), el pasado 4 de julio, un concierto maravilloso en dicho espacio cultural con obras de compositores contemporáneos (Bettinelli, Bucchi, Reich y Johnson) más una efectista introducción al concierto en sí. Unos sonidos que nunca había percibido, un aprovechamiento de la resonancia del recinto dejando flotar algunos agudos y pianísimos hasta su extinción. Algo maravilloso. Al terminar el concierto me prometí cumplir esta disculpa."

Gracias Emilio y gracias a Cristo Barrios también. Seguro que su música ayudó a tu cambio, y El tanque le acompañó, como acompaña siempre a quienes se dejan mecer por él.

El día que abrimos el Espacio Cultural El Tanque por primera vez al público, el 17 de julio de 1997, no imaginamos la batalla que se originaría por su permanencia, ni que doce años después seguiría, milagrosamente, en pie. Tampoco podíamos tener idea entonces de que esta singular sala pudiera ser objeto de tantas controversias, tener tantos partidarios y detractores, ni recibir tantos premios, reconocimientos y apoyos, y que aún así, en el año 2009 siguiera en duda su existencia.

Cuando todo empezó, yo estaba buscando un espacio diferente, el Cabildo carecía entonces de un recinto propio para la celebración de actividades culturales ( parece que no pero ¡cómo han cambiado las cosas desde 1995! No existían el Auditorio, ni el TEA, ni la Escuela de Artes Escénicas?). Quedé sobrecogida al entrar en aquel antiguo contenedor de combustible.

Aquella catedral de finales del siglo XX con estética de "Blade runner", con las paredes llenas de restos de crudo, oscura pero con entradas de luz desde el oxidado techo de metal, esos sonidos que cualquier pisada o ligero movimiento creaba, nos impresionó profundamente. Esa belleza industrial tan austera, esa capacidad de los buenos ingenieros para hacer con formas bellas herramientas útiles creo que es imposible de describir, hay que vivirlo en primera persona.

Ahora que han pasado tantos años desde aquel primer momento mágico aún no entiendo por qué costó tanto defender que siguiera en pie. Si algo aprendí fue a esperar. A esperar momentos como este, en que alguien entra, mira, escucha y comprende.