¿HASTA qué punto se conocen los riesgos de las antenas y uso de la telefonía móvil? ¿Por qué para cada estudio desfavorable aparece otro desmintiéndolo? ¿Los estudios se fundamentan en bases científicas o en decisiones políticas?

Las microondas llevan décadas formando parte de nuestra vida diaria. Sus aplicaciones tecnológicas nos facilitan tareas sencillas y hacen posible otras casi impensables hace algunos años. Pero con ellas también llegó la polémica. Estas ondas de radio se han convertido en protagonistas de disputas entre vecinos y ayuntamientos, padres, colegios, etc. Y es que ni la comunidad científica se pone de acuerdo respecto a los posibles riesgos para la salud que se deriven de su utilización.

La Comisión Internacional para la Seguridad Electromagnética (ICEMS) señala que existen evidencias que indican la aparición de efectos adversos para la salud como resultado de las exposiciones laboral y pública a los campos electromagnéticos en los niveles de exposición actuales, y recomienda la planificación de las instalaciones de antenas estaciones base y otras infraestructuras de telecomunicaciones para reducir al mínimo la exposición humana.

La preocupación por la contaminación electromagnética probablemente se inició en 1979, con un artículo del Medical Journal of Epidemiology donde se informaba de una posible relación que existía entre la exposición a campos electromagnéticos y el cáncer infantil. Aunque este artículo se basa en estudios realizados fundamentalmente con ondas ionizantes, como los rayos x o gamma.

Los defensores de las microondas sostienen que al ser ondas no ionizantes, no contienen suficiente energía para causar ionización, separando átomos y moléculas y causando mutaciones genéticas y cáncer. Así sus posibles efectos son sólo térmicos o de estrés electromagnético, como elevación local de la temperatura, dolor de cabeza o insomnio. Por tanto no entrañan peligros graves para la salud. Sin embargo, cientos de estudios demuestran que la exposición residencial y continua puede conllevar no sólo efectos térmicos sino también efectos biológicos.

Entre estos estudios destaca el llevado a cabo por Ronni y Danny Wolf (Increased Incidence of Cancer near a Cell-Phone Transmitter Station. International Journal of Cancer Prevention. Abril 2004) donde se señala una cifra de 4,15 veces mayor el crecimiento de cáncer en radios de 350 metros alrededor de una estación de telefonía móvil. Estoy seguro de que algún lector ve estas antenas desde su balcón.

Los estudios llevados a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuantifican de "poco probable" que la exposición a los teléfonos móviles o a estaciones base favorezca la aparición de cánceres, aunque matiza que la situación puede variar en cuanto se eleven los niveles de la radiofrecuencia de estos aparatos.

Hubo que esperar casi un siglo para descubrir que los rayos x causan mutaciones genéticas y reducir las dosis. Así que tal vez sea pronto para conocer las consecuencias del uso intensivo de esta tecnología. Sólo espero que no pase como con el tabaco, que mata anualmente a cinco millones de personas y que durante años fue considerado saludable y recomendado por médicos.

A la espera de que la comunidad científica se ponga de acuerdo, el mayor riesgo reconocido del uso de las microondas estriba en hablar por teléfono mientras se conduce, lo demás es cosa de hipocondríacos.

* Licenciado en Física y alumno

del Master de Energías Renovables de la ULL