La Esperanza celebró ayer su tradicional romería, que destacó por la gran afluencia de público y elevada participación de romeros, ya fueran a pie, al amparo de parrandas y grupos folclóricos, encima de carretas repartiendo productos de la tierra y el vino de la amistad, o conduciendo yuntas y rebaños de cabras y ovejas que motivaron que la Villa elevara aún más el olor a campo que se respira anualmente en esta zona de El Rosario.

Este año, la romería de La Esperanza habría que calificarla como la de la emigración, no sólo porque hubo espectadores venidos de diferentes pueblos de la isla de Tenerife e, incluso, del extranjero, sino porque el ayuntamiento ha querido dedicar las fiestas de 2009 a los emigrantes canarios del pasado. El motivo es muy sencillo: según explicó el alcalde, Macario Benítez Gil, "se trata de tributar un homenaje a tantas familias que tuvieron que dejar nuestra tierra buscando un futuro mejor en otros países, especialmente en Cuba y Venezuela. Pensando en ellos, en los que no pudieron retornar o en los que regresaron, su recuerdo también ha estado presente en esta romería, como en todos los actos de las fiestas".

Por supuesto, y como en las 35 ediciones anteriores de esta fiesta, entre el gentío y los miles de romeros sobresalió la Virgen de La Esperanza, quien, como dijo el párroco de la Villa, Pedro Juan García Hernández, "ha inspirado sentimientos de bondad y de dulzura para que cambien de postura muchas personas y sigan el camino que su Hijo les ha señalado. La Virgen de La Esperanza es faro que ha iluminado a mucha gente", resalta.

Las palabras del párroco fueron acertadas porque entre los asistentes del público y en los romeros, aunque hubo que soportar el calor reinante, se vieron caras de felicidad, pues disfrutaron con el tipismo plasmado en las decoraciones de las carretas y en los cantos de los grupos folclóricos, sin olvidar el vaso de vino que refrescó más de una garganta y animó corazones bajo sones canarios.

A las 12:00 horas, dio comienzo la misa canaria oficiada por Pedro Juan García y cantada por el Coro Parroquial de la Nuestra Señora de La Esperanza. Al final, la Virgen, erguida y altiva sobre todos y despertando sentimientos en lo más profundo del alma de los miles de personas presentes, fue trasladada hasta la plaza de la Villa, donde ocupó un lugar especialmente habilitado y decorado para la ocasión. Desde este sitio, la Alcaldesa Honorífica de la Villa presidió la romería y recibió la fe y la devoción de su pueblo, a través de muchas ofrendas florales.

Dada la crisis, el alcalde, Macario Benítez Gil, hizo este año recortes económicos pensando más en las familias necesitadas. A pesar de ello, las fiestas de La Esperanza y, especialmente, su romería resultaron muy dignas y elogiables. Al menos, la gente fue feliz y acudió a esta Villa porque tiene una atmósfera de campo que atrae a muchos. Se divirtieron, los pequeños conocieron y los mayores recordaron sus costumbres, y todos unidos celebraron una fiesta tranquila, donde sólo rompieron el silencio de la Villa, como es norma, las parrandas.

El carácter del esperancero de hoy y del que fue emigrante sigue siendo muy parecido, pues habría que destacar, como lo ha hecho el ayuntamiento, que el canario "fue el más humilde de los inmigrantes. No marchó a América en plan de opresor o de explotador. Fue a trabajar y a luchar junto a los de allí, ayudó a forjar el país con laboriosidad, creó una familia y aportó seriedad, honradez y honor".

Estas cualidades fueron heredadas por el esperancero de hoy, que, junto con su alcalde, Macario Benítez Gil, han logrado que La Esperanza, y El Rosario todo sean un ejemplo de lugar modélico para vivir con calidad de vida.