María Jiménez es un barrio de trabajadores, fundado hace unos 180 años, y conocido en sus orígenes como El Bufadero, enclavado en un espacio en el que a medida que nos adentramos nos encontramos con tres valles: Valle Crispín, Grande y Brosque, que configuran uno de los paisajes más hermosos del municipio de Santa Cruz.

Desde el momento de su fundación, el actual María Jiménez era un barrio de pescadores y agricultores, y hace más de 170 años llegó a la zona del Bufadero, según cuenta la leyenda popular, una señora que montó un pequeño restaurante, en el que cada tarde, al terminar las jornada en el campo y la mar, los vecinos acudían para pasar sus ratos de ocio al que se denominaba "la casa de María Jiménez", dueña del establecimiento, y que con el tiempo absorbió el nombre del Bufadero, denominación matriz de esta zona del litoral de la capital.

Santiago Déniz, el veterano dirigente de la asociación de vecinos del barrio, recuerda que aún queda algún descendiente de la mujer que da nombre a esta zona, "una persona conocida en la vida política de la ciudad, su tataranieto, Antonio Bello de Paz", concejal durante varias legislaturas en la corporación capitalina.

El barrio nunca ha querido perder la referencia histórica del origen de su denominación y aunque han habido varios intentos por instaurar un monumento que recuerde a María Jiménez, "hemos establecido un monolito que la representa con un símbolo extraño, al no tener una referencia clara del personaje", del que su rastro se pierde después de más de siglo y medio.

Es un barrio abarca una extensión de terreno limitada por su propia orografía, que se referencia en su parte baja en el punto "donde estaba el antiguo campo del Estrella, donde muchos jugamos con calcetines rellenos de papel", indica Déniz, quien centra el verdadero punto de crecimiento de este núcleo de población "a raíz de la primera empresa que se estableció en la zona, Frigoríficos Frinsa, donde se producía el hielo para los pesqueros. En torno a esta factoría se formó un grupo de trabajadores, al que se suman los nativos de la zona, protagonizando el primer asentamiento de expansión de María Jiménez".

En los años 70, el censo en esta zona de Anaga alcanzaba entre las 800 y 1.000 personas, en un enclave donde "estábamos en la gloria", algo que no tiene que ver con el crecimiento que se empieza a experimentar a partir del año 2000, auspiciado en el Plan General de 1992, que aún sigue vigente porque no se ha aprobado su revisión.

El crecimiento del barrio en las dos últimas décadas ha triplicado su población, hasta superar los 3.000 vecinos, una estimación de derecho, puesto que muchas de las nuevas incorporaciones aún no se han reflejado en el Padrón Municipal de Habitantes.

Esta expansión ha suscitado una demanda vecinal en cuanto a los equipamientos para hacer frente a un mayor número de habitantes, que hoy en día se traducen en pocas zonas deportivas, aunque a finales de los 80, tras una férrea lucha vecinal, se logró implantar el centro educativo que en la actualidad presta sus servicios.

Este centro, de 320 plazas, incluyendo infantil, a penas llega a las cien matrículas, "pues muchos alumnos cursan sus estudios fuera del barrio", algo que, tiene su origen, según el presidente de la asociación de vecinos de María Jiménez, "a la poca colaboración entre los padres, el alumnado y el profesorado en los orígenes del colegio, lo que ha originado un mal precedente que ha recortado los accesos". A pesar de ello, "es un colegio bien dotado y con un buen nivel, por lo que los padres deberían llevar a sus hijos, lo que les costaría menos que escolarizarlos fuera del barrio".

Pese a la expansión urbanística, las dotaciones no han acompañado a las infraestructuras, un límite marcado por el propio PGO. Salvo los espacios del campo de fútbol o la plaza de San Juan faltan zonas o parques infantiles, ya que hay un sólo espacio y con equipamiento limitado para una población de unos 800 menores.

Sin embargo, el planeamiento tiene previsto un centro docente de mayor envergadura, en la urbanización de la finca Briffard, donde se contempla la construcción de 400 viviendas, donde el ayuntamiento cuenta con una parcela para realojar a 19 familias afectadas por el 31-M, aunque hay un acuerdo para que el espacio docente se destine a un polideportivo cubierto, mientras que el resto se destinará a una plaza, convirtiendo el espacio del actual colegio y la plaza a un aparcamiento subterráneo.

Un acceso vital

Uno de los equipamiento viarios más demandados del barrio a comenzado a ver la luz en estos días, con la construcción dentro del Plan de Inversión Local del tramo de la calle Los Pescaditos hacia La Portada, con una inversión de más de 900.000 euros, "que contentará a una buena parte de este núcleo".

Otro de los "caballos de batalla" en la vía de Las Palomas, que a falta de un tramo de 50 metros "solventará el problema del tráfico y la comunicación a través de la urbanización de Urbis".