EN TIEMPOS del franquismo existía la Dirección General de Prensa del Movimiento. Un organismo cuyas diatribas padeció José Rodríguez Ramírez, editor y director de EL DÍA, en sus propias carnes. Siendo director general el vallisoletano Adolfo Muñoz Alonso, ideólogo del Régimen y rector de la Universidad Complutense, ordenó que lo encarcelaran por quitar el yugo y las flechas de la cabecera del periódico, además de cesar al director impuesto por las autoridades franquistas. Gestiones realizadas por algunas personas lograron que el escarmiento quedase en una retención hasta que restituyera al director apartado de su cargo.

Aunque hechos como estos hoy son una anécdota, entonces podían acabar en tragedia. Razón de más para que sintamos satisfacción por hablar de ellos en tiempo pretérito. Así había ocurrido desde que España pasó por su transición democrática. Un día, empero, llegó la moda del pensamiento políticamente correcto, con el consiguiente manual de periodismo ideológicamente impoluto. Tarea a la que se dedica con ahínco en su parcela Isabel de Luis Lorenzo, directora del Instituto Canario de la Mujer. Las recomendaciones que ha hecho llegar la tal De Luis a algunos medios de comunicación sobre la forma en que deben tratar la violencia de género son de antología. De antología del disparate, claro; que nadie piense otra cosa.

Dice esta señora que cuando la información se refiera a casos de violencia de "género" no se deben emplear términos como "violencia doméstica", "violencia de pareja" o "violencia familiar". Es decir, a partir de ahora hay que cepillarse la gramática para no ser tildado de machista. En castellano, por mucho que lo diga la ley, género no es sinónimo de sexo. Ago que ocurre, por ejemplo, en el inglés. Hay que leer a los gramáticos; a Lázaro Carreter -luchador por el idioma hasta su muerte-; hay que leer, en suma, a escritores serios. No obstante, entiendo que Isabel de Luis carezca de tiempo para aprender de textos serios; en caso contrario, no le alcanzaría el día para escribir tantas chorradas.

Sobre lo del género como equivalente a sexo al menos le concedo a la susodicha el beneficio de la duda, pues existe un amplio debate entre especialistas sobre si es correcto o improcedente. El gran despropósito de las mencionadas recomendaciones radica en que dictan a los periódicos en qué páginas deben ir las noticias de violencia doméstica -o de pareja, o de sexo, pero no de género-, con qué tipografía, qué personas pueden opinar sobre ellas, la conveniencia de no vincularlas al consumo de alcohol o drogas por parte de los agresores, no insinuar que han mediado los celos o la infidelidad, no mencionar como atenuante una posible enfermedad de los agresores, no minimizar la gravedad del problema y hablar no sólo de daños físicos en las mujeres sino también de costes colaterales, amén de otras perlas que omito por falta de espacio, aunque son para echarse las manos a la cabeza. A la vista de esto, lo digo en serio, convendrá, como en tiempos de Su Excelencia, llevar el periódico a la Subdelegación del Gobierno para obtener el nihil obstat antes de distribuirlo. Señora de De Luis, con todo el respeto por directora y por mujer, váyase a freír chuchangas.