CREO que, a veces, hay obstáculos para el avance de las humanidades que están más dentro de ellas que fuera de ellas. Y por eso, y con todas las cautelas necesarias, me parece que al igual que Ortega habló de una deshumanización del arte, para dar lugar a una nueva relación con el arte y a un nuevo humanismo, habría que emprender una cierta deshumanización de las humanidades actuales, de su contexto romántico y sentimental, del concepto idealista de hombre que manejan, con objeto de crear unas nuevas humanidades. Este paso previo de la autocrítica me parece indispensable.

En este momento yo no veo tanto, o sólo, el presente y futuro más interesante para las Humanidades en su defensa frente a las ciencias, las tecnologías, o el desinterés de una sociedad que no percibe su inmenso valor sino, más bien, en el avance de las Humanidades. No es que sean excluyentes las posturas de defensa y avance, pero sí que es una cuestión de acentos. Y es en ese sentido de avance en el que se inscribe mi propuesta de un humanismo tecnológico.

Este nuevo humanismo, no centrado tanto en la reivindicación de lo que hubo, ni en la defensa de lo que hay, sino en trabajar por lo que puede haber, plantea una serie de exigencias. Es preciso ampliar sustancialmente el territorio de las humanidades haciéndolas más plurales: tan humanista es un arquitecto como un filólogo. Hay que complementar las humanidades de la palabra con las humanidades de la imagen en sus diversas modalidades. Es cierto que hemos sido educados en una cultura de la palabra, pero tenemos que vivir también en una cultura de la imagen. Por ello hay que postular también unas humanidades de la llamada "baja cultura".

En el ámbito educativo las humanidades hoy no sólo tienen que reclamar su validez actualizándose sino que tienen que demostrarla. No basta con la investigación y la docencia sino que es precisa la transmisión social. Es decir, la gestión de las humanidades. Y en este sentido es de lamentar la ausencia de una política cultural universitaria. Finalmente, y en oposición a la marea distópica heredada del siglo pasado, el humanismo está empeñado en la recuperación del tiempo perdido, del futuro, planteando utopías limitadas que siguen reclamando, sin oponerlas, más utopía y más libertad.