NO SÉ SI DEBO escandalizarme con la misma saña de algunos escribientes acerca del vocabulario que emplean otros. Hace un par de días, un pecholata de la pluma volvía a rasgarse las vestiduras ante ciertas afirmaciones publicadas por este periódico. Nada raro en él, pues es de los que arremeten contra aquellos que no siguen la línea de su impoluto pensamiento. Y no es el único. También hace un par de días un energúmeno me llamó fascista de mierda en el centro de Santa Cruz, además de añadir otro calificativo, que omito por rubor, contra el editor de EL DÍA. Uno está bastante acostumbrado a esas "alabanzas", aunque sentí pena por que las personas que me acompañaban tuviesen que asistir a ese penoso espectáculo; es decir, a un cabal ejercicio de tolerancia democrática. Pude haberle respondido llamándolo estalinista de mierda, habida cuenta de que fueron más los rusos -y también no rusos- liquidados por Trosky y Stalin, que los judíos criminalmente gaseados por Hitler. Preferí el silencio.

No menos penoso va a ser el espectáculo de la manifestación convocada para este sábado contra el puerto de Granadilla. Vaya por delante que cualquiera es libre de expresar sus disconformidades donde mejor le parezca, siempre que no rompa cosas o dañe a personas -ni siquiera verbalmente una tarde cualquiera en el centro de Santa Cruz- que poco o nada tienen que ver con el asunto en disputa. Sin embargo, media una cuestión de lenguaje. "Hemos lanzado la pelota al tejado del Ministerio de Medio Ambiente para que la ministra se tome en serio su cargo, descartando este proyecto que provoca un daño brutal al medio ambiente" leía ayer en un periódico editado en Tenerife, que se ha caracterizado por su encarnizado afán de que en Granadilla no se construya ningún puerto. Ni grande, ni mediano, ni pequeño. Ninguno. ¿Daño brutal la afectación -no la desaparición, ni mucho menos- del 1,26 por ciento de la superficie de sebadales existentes en las Islas? ¿Daño brutal porque desaparezca, suponiendo que desaparezca, lo cual no es el caso, de algo más de la centésima parte de una especie vegetal que no está en peligro de extinción? ¿Un poco fuerte, no? Pero hay más.

La comunidad científica canaria, e incluso el Consejo de Investigaciones Científicas de Madrid, secunda que el puerto planteado en Granadilla provocaría un desastre medioambiental", añade el citado rotativo. Un periódico perteneciente al mismo grupo editorial que otro diario, no lo olvidemos, creado allá por 1911 para dividir a Canarias en dos provincias. ¿Casualidades en este empeño de que no salga adelante una obra destinada a convertir el Sur de esta isla en un envidiable polo de desarrollo, con un aeropuerto internacional y un vasto polígono industrial en sus inmediaciones? Claro que sí; casualidades y sólo casualidades. Lo malo es que yo no creo en las casualidades; ni siquiera en la casualidad de que me toque el gordo de la lotería. Por lo demás, la información es falsa. Son varios los científicos para quienes la incidencia ambiental de ese puerto está dentro de lo tolerable. Y, lo que es peor, son muchos más los que, aun estando convencidos de que esto es así, permanecen en silencio por miedo a un linchamiento mediático.