1.- Tenía 67 años. Había nacido en Brooklyn (Nueva York) en 1941. Ralph Mercado saltó a la fama de la mano de una de las grandes, CeliaCruz. Fue su manager y su amigo y bajo su representación la artista cubana conquistó el mundo. Un buen día se separaron, pero entre ambos siempre quedó algo. Estaban indisolublemente unidos en las páginas de la historia de la salsa. Ralph era un tipo generoso y rebosaba salud, pero un tumor malhadado se metió en su vida y lo tumbó. El martes, harto de luchar contra la muerte, se dejó vencer. Llevaba demasiado tiempo sin fuerzas, incapaz de salir de su casa, agobiado por la enfermedad. Mercado escribió todas las páginas posibles en el mundo de la salsa y el merengue. Lo traté mucho en la década de los 90. Visitó las islas con frecuencia, siempre acompañando a artistas. Llenaba cada vez que quería el mítico Madison Square Garden de Nueva York con espectáculos inolvidables. Era un crack. Hace poco visité la tumba de Celia Cruz. Y, no sé por qué, me acordé de Ralph. Le sabía enfermo y acabado, pero no imaginé un desenlace tan rápido. El martes pasado se fue a organizar un concierto de salsa al más allá.

2.- Fue curioso cómo Tenerife se unió al ritmo salsero que triunfó en la América hispana y en los Estados Unidos (que también son América hispana) en la época de los 90. Tuvo mucho que ver en eso el periodista y promotor JavierZerolo, que fue amigo de Ralph y de Celia; de hecho, yo los conocí a ambos gracias a Javier, que hoy dirige la emisora Mega Latina. Otros ritmos nos han invadido ahora. Tenerife ha abrazado el pop y se ha olvidado de la salsa y el merengue. Es normal. Las modas cambian, los gustos no permanecen inalterables. Nada es tan cambiante y tan innovador como la música y más la música en español, tan rica en ritmos, matices y vaivenes de aceptación.

3.- La muerte de Ralph Mercado me llena de tristeza. Fue un ser galante y amable. Bajo su simpatía y su sonrisa abierta se escondía un gran hombre de negocios. Llegó a constituir un pequeño imperio en el mundo latino de los Estados Unidos. Era respetado y querido en los ambientes musicales. Fue un caballero; un tipo de palabra. Bastaba con él un apretón de manos y nunca falló a nadie; jamás defraudó en los negocios. Le encantaba Tenerife y aquí se sentía como en casa. Cuando los promotores y periodistas tinerfeños íbamos a Nueva York en los 90 (yo sigo yendo), se volcaba con nosotros; nos recibía como a auténticos amigos. El tiempo fue disipando el trato, pero guardo un buen recuerdo de este hombre, de este gran profesional y de este cultivador incombustible de los ritmos latinos que hicieron fortuna en el mundo. Que Dios lo tenga a su lado, como merece.