La Policía local desplegó un operativo ayer. Arriba, llaman la atención a un joven con monopatín cerca de la plaza España, cuando ya estaba cerrada. Abajo, el García Sanabria, donde solo se puede pasear, no reunirse, junto al área de calistenia de la Plaza de España, solo para deporte con mascarilla.

Doce espacios vigilados o con limitaciones en la capital. Es el resultado del decreto firmado ayer por el alcalde, José Manuel Bermúdez, para minimizar los contagios por Covid-19 por concentraciones y aglomeraciones, una práctica que se le atribuye principalmente a los jóvenes. Se trata de cinco lugares que se cierran a cal y canto, otros cinco en los que se permite transitar, pero no celebrar reuniones estables o permanentes y prohibición en dos áreas donde se practica deporte con monopatín (skate park).

El decreto se publicó y se hizo efectivo desde las 19:00 horas a las 06:00 y cogió por sorpresa a vecinos que disfrutaban de la noche santacrucera, como reconocieron a EL DÍA en el recorrido que realizó la tarde-noche de ayer desde el parque Secundino Delgado, en el barrio de Salamanca, al entorno de la plaza de España.

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En Secundino Delgado, que antes de la medida se cerraba a las 22:00 horas, reinaba la tranquilidad. Mientras, el García Sanabria se convirtió en un parque canino por el alto número de vecinos que paseaba con sus mascotas, alguno sorprendido por la instalación de vallas aunque sin saber por qué.

Fueron los casos de José Adán y Jéssica Rodríguez, que disfrutaban de la tranquilidad de la fuente de los cisnes sin tener conocimiento de la nueva normativa. José explicaba que “lo lógico, si te dejan pasear, es que te dejen descansar si quieres. Pienso que la juventud no lo está haciendo bien del todo, pero me parece mal tanta restricción”. Su amiga, Jéssica, no salía de su asombro: “¿Para qué se abren entonces los parques, para que la gente solo pasee a sus perros. Deberían haber puesto antes más vigilancia”.

Paseo adentro, Hilario Cano, vecino de la Rambla, también mostró su sorpresa por la aplicación del decreto, explicando sobre ello que “estoy sorprendido por la falta de información concreta que se ha dado a la ciudadanía. No puede ser que el decreto salga cinco horas antes y no informen a nadie”, se quejó con exquisita educación, no sin antes reclamar que se debería haber evitado las aglomeraciones de jóvenes mucho antes”.

Marta Pérez, vecina de El Toscal, reconoció que suele transitar por el parque. “Me parece una medida muy acertada porque los jóvenes son poco conscientes”.

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Desde la barra, la opinión del personal de Kiosco Numancia y Terraza Parque. En el primero, Luis Varela, destacó que “hoy (por ayer) hay algo de movimiento de clientes y me parece bien que cierren algunos puntos del parque por los botellones de los jóvenes, sobre todo los fines de semana”.

Raquel García, de la Terraza Parque, apuntó que “los fines de semana son mucho más activos y con más movimiento de gente en todos los sentidos, pero ahora la normalidad se está imponiendo”, dijo para recordar que ya le habían avisado de las restricciones.

Apostados al lado de la fuente se encontraban después de hacer sus rondas agentes de Unipol, quienes aseguraron que “la gente está colaborando sin problema y respondiendo bien”, explicó uno de ellos, mientras que otro compañero explicaba que “los momentos más complicados siempre son los fines de semana, especialmente los viernes y los sábados. Hoy estamos informando y la noche está tranquila”, dijo otro.

Uno de los espacios visitados fue el del Parque Don Quijote, en La Salle. Allí dos jóvenes, Carlos García y Pedro Rodríguez, apostados en un banco mostraron su sorpresa por la normativa y señalaron que “no es normal que se nos criminalice a todos los jóvenes por los contagios mientras que nadie es capaz de limitar el transporte público. Allí vamos todos como sardinas”, dijo el segundo mientras se unía al grupo otro joven.

Un poco más arriba, en el Parque La Granja, otro tanto de lo mismo, mucho perro, pocas ganas de hablar, muchos adolescentes de paso y sin pararse y el skate park completamente vacío. Eso sí, cuando llegó la policía tuvo que invitar a una veintena de jóvenes a abandonar la práctica para clausurar el espacio, como ocurrirá a diario los próximos días.

En el parque Bulevar, ajenos a las prohibiciones, una veintena de los trabajadores de Uber y Globo que esperaba el pedido de los clientes. “Antes del confinamiento iba muy bien el negocio, luego se mantuvo el tirón hasta que pasaron factura los ERTE, la gente en paro y la incertidumbre. Esto ha ido ha menos”, si bien Ángel Castilla asegura que “él gana ahora más que cuando era camarero”.

En la plaza del Príncipe, con tres años de antigüedad en la empresas, Adrián Vázquez. “Hasta octubre esto se movió con normalidad”, habla en referencia a la afluencia de clientes, que se ha cebado desde que se recortó el horario de cierre a las 23:00 horas, aunque lo disculpa: “Todos los meses de noviembre son así”.

En la plaza de España, Gloria Barrera habla con Petri Pérez, que llega el puesto de castañas. La primera es una de las cuatro solicitantes de esta actividad en La Laguna. “Ni siquiera nos han respondidos; ya se han cargado la actividad artesanal de la castaña”. Petri, que gestiona el puesto de la plaza de España, está abatida. “No dejan salir a los niños y sin la familia en la calle no haces nada; este toque de queda nos viene fatal; van a acabar con la economía”.

En la avenida, frente al Cabildo, una veintena de usuarios desborda la zona de calistenia, pero cumplen con el uso de la mascarilla. En el otro margen de la vía la policía apercibe a dos jóvenes con monopatín”; algo similar ocurrió frente Hacienda, donde se colocó uno entre las cintas de seguridad. “No entiendo”, dijo el usuario. No era extranjero, pero se mostraba perdido entre las medidas de seguridad. Lo peor se espera para las noches del viernes y el sábado.