Los glaciares están derritiéndose sobre un océano que ya está lleno de aguanieve, se deshacen y se mueven, destrozando todo a su paso. Desde 1979, la extensión de hielo en el Ártico ha disminuido cerca de un 12% por década y el calentamiento de las aguas está provocando que el hielo se derrita aún más rápido, aumentando las consecuencias de esta crisis climática.