Cometían los robos después de acercarse a personas mayores ofreciéndoles favores sexuales o para tareas domésticas. Después de hablar unos minutos, abrazaban a sus víctimas y les robaban el dinero, el reloj, el collar o la cadena que llevasen. Jordi Oller, jefe del Área de Investigación de los Mossos d'Esquadra explica que son conocidas como zalameras. Si la persona se daba cuenta de las intenciones de la ladrona, les acababan robando con violencia. La banda, muy organizada y jerarquizada, actuaba en barrios y por parejas. Eran muy activos: solo en un año el botín podría acercarse a los 200.000 euros, tras la venta de las joyas robadas. Luego blanqueaban ese dinero enviándolo al extranjero o comprando coches que ponían a nombre de testaferros.