En la habitación del hospital donde está ingresado Alfonso buscaron un remedio para curar su ilusión. Llevaba días insistiendo en que quería ver a su perro y, lo que parecía imposible, acabó convirtiéndose en una peluda visita inesperada de cuatro patas que saltó a su cama. A sus 91 años, Alfonso no puede salir de casa, pero desde hace dos años, Balto es su compañero inseparable y su mejor terapia de vida