El padre de Ana abusó de ella sexualmente por primera vez cuando tenía 4 años. Y continuó haciéndolo hasta que cumplió 17. Su padre aprovechaba las ausencias del resto de la familia para hacerlo. Durante años nadie creyó a Ana. Ella no denunció los abusos hasta mucho más tarde, en 2011. Ahora su padre, de 66 años, ha sido condenado a ocho años de cárcel y a una indemnización de 35.00 euros. Es la pena mínima porque cuando ella denunció sólo faltaban seis meses para que los hechos prescribiesen.