En la pequeña localidad de Aguilar de Segarra hay apenas una decena de casas. No hay comercios y las calles están vacías. Hay menos de 300 vecinos empadronados y, aunque parezca sorprendente, unos 60.000 coches. Concretamente, cada vecino toca a 228 coches. La razón es el precio del impuesto sobre los vehículos: cuesta entre 10 y 15 euros anuales. Es 10 veces más barato que ciudades como Barcelona. Normal que hasta diez empresas de renting hayan convertido esta pequeña localidad de Barcelona en su particular paraíso fiscal. Y de forma completamente legal. Han abierto oficinas en Aguilar de Segarra y, según la ley, cada ayuntamiento es libre de fijar sus tarifas dentro de los márgenes que establece Hacienda. A apenas 10 minutos, Rajadell con 500 habitantes y 40.000 coches es otro de los muchos pueblos que revientan el precio de este impuesto.