'Ha llegado el momento' debe pensar el funambulista Nik Wallenda tras horas de entrenamiento. Una grúa le sitúa sobre un fino cable de acero, exactamente 5 centímetros de grosor, por delante una caminata paso a paso hasta cruzar una de las grandes maravillas de la naturaleza: las cataratas del Niágara. Una experiencia que pocos mortales han disfrutado.